jueves, 2 de marzo de 2017

La guerra de Irak y Un Curso de Milagros. Héctor D'Alessandro



La guerra de Irak y Un Curso de Milagros

“Acepta el temor y que el entrenamiento te guíe”.
Ang Lee: “Billy Lynn’s”

En la excepcional película del director Ang Lee (“El tigre y el dragón”, “Brokeback Mountain”, entre otras) el soldado Billy Lynn que da título al film, en momentos previos a realizar un ataque que será definitivo para el comandante a cargo de su escuadrón, recibe, junto a sus compañeros, y a manera de consigna, la frase: “acepta el temor y que el entrenamiento los guíe”.
Esta sola idea, tan poderosa en sí misma si se hace vivencia en la persona, es la clave del éxito en el trabajo espiritual y en cualquier tipo de entrenamiento profesional, pero por sobre todo en el aprendizaje dinámico.
 En el año 1994, comencé un trabajo personal basado en enseñanzas alquímicas donde se te indicaba “si no crees en esto, no importa, simplemente suspende tu juicio adverso durante cuarenta y dos días y ponlo en práctica, luego tú puedes decidir con una base en la experiencia”. Recuerdo que al leer aquella simple frase, un mundo entero se abrió ante mí. Mi personalidad se caracterizaba por una amplitud de expectativas y una aceptación básica de que muchas cosas que parecen imposibles pueden ser perfectamente posibles y realizables.
No conocía aún los avatares en los que puede sumergirte el conjunto de creencias inconscientes negativas y el carácter inercial de ciertos patrones de actitud y de comportamiento. Aún tendría que batallar, en el futuro, con bastantes de esos dragones o demonios interiores, y por suerte emprendí ese camino, con herramientas a mi disposición que, por su precisión y debido a los sofisticado de su acción, cada vez me hacían más fluido y placentero el sendero a recorrer.
A partir de aquel momento adopté como consigna que jamás me opondría en principio a nada, que me mantendría, en la medida que sintiera que la confianza me acompañaba, en una actitud básica de disponibilidad para la experimentación.
Quería sentirme a mí mismo en profundidad, quería estar presente en cada interacción cotidiana, quería, en definitiva, poder estar cómodo en la vida delante de mis semejantes, sin miedo a ser yo mismo, como lo veía en muchas personas que empezaba a conocer.
Personas conectadas; conectadas consigo mismas de un modo radical.
Pronto comprendí que el trabajo interior de desarrollo personal tiene un carácter eminentemente de entrenamiento, de entrenamiento consciente.
Comprendí rápidamente que hasta ese momento yo era un conjunto de creencias, la mayor parte de las cuales jamás habían sido cuestionadas y que además muchas de ellas se manifestaban en mis resultados vitales aparentemente sin que yo pudiera hacer nada en contrario. La comprensión meramente intelectual no me solucionaba nada. Todo aquel amasijo de pensamientos que inducían actitudes, comportamientos, estados emocionales y resultados que parecían venir de fuera sin que yo tuviera nada que ver en ello pero que me afectaban negativamente, empezó a caer, no sin cierto estrépito.
Cuando estaba más encabronado en contra de lo que me pasaba a pesar de lo bien que yo trabajaba por mi evolución personal, “me rendía”. “Rendirse” en la formación de “rebirthing” (una técnica poderosa de cambio personal a través de la respiración y el cambio del pensamiento) consiste en que cuando estás “indomable” y no te aguantas más porque ves que vas a volver a cometer el mismo error de siempre y no lo puedes evitar, como si fuera un comportamiento o un ciclo compulsivo (y lo es) simplemente te acuestas con los brazos extendidos en cruz boca abajo y no te levantas de allí hasta que “te hayas rendido”:
Esta práctica, del esoterismo católico, la llevan adelante los cardenales y el mismo Papa, previo a una decisión difícil o como ellos dicen en su jerga “cuando el demonio se hace presente”; el demonio es o está en la mente, es una dimensión interna, no externa, de la función del sistema nervioso llamada mente.  
La de pensamientos y emociones, sensaciones desagradables y agradables, impulsos (estos son los más peligrosos, porque la mente del ego te dice enseguida que ya está, que ya solucionaste y produce una fantasmagoría de rendición que no es verdadera, solo una fantasía de la voluntad del ego; estás acostado boca abajo y de pronto crees tenerlo todo claro y que ya estás poco menos que iluminado y cuando quieres acordar, ya te levantaste y estás cocinando o yendo al cine o llamando por teléfono a alguien; al ego le produce terror entrar en tu propio interior). Esta rendición nada tiene que ver con la cantidad de tiempo que permanezcas acostado; depende de ciertas señales en el sistema nervioso a nivel de sensaciones, pensamientos y emociones que indican el final del ejercicio. Se puede calibrar con bastante exactitud el momento en que rendido ya puedes volver a la vida cotidiana.
Recuerdo particularmente cierta ocasión en que no pudiendo resolver un asunto económico, me tumbé a rendirme, había incluso llorado de impotencia y rabia, sintiéndome a la vez un necio, claro, para poder castigarme a mí mismo justamente por necio (las artimañas de la mente). Y cuando llevaba un tiempo que no podría calcular, pero que no fue más de una hora, sonó el teléfono; era una antigua socia con quien teníamos una empresa y que nos habíamos separado con cierta tensión, ninguno le había dicho al otro sobre como acordar la separación legal; pero ahora me llamaba para proponerme un trato económico para abrirnos y la cantidad de dinero que me ofrecía por mis acciones era el doble de la cantidad que yo, en aquel momento en que me había olvidado de mí mismo y de mis capacidades y había preferido abandonarme al dolor, necesitaba. Pueden imaginarse que a partir de aquel día me tomé el ejercicio de la rendición con mucho mayor ahínco, así fue. Y luego, con el paso de los años vendrían nuevas y más eficaces prácticas para el cambio perceptivo y emocional, conductual y de actitud.
Con cada una de las nuevas técnicas volvió a suceder lo que desde siempre el yo más íntimo ya conoce, aunque se obstina en olvidar. Y es algo tan sencillo como que si te entrenas a cierto nivel de constancia, cuando el ejercicio en el que te entrenas pasa a ser parte de ti y actúa en cierto modo en tu lugar, guiando todos tus pasos sin que tengas que intervenir con toda la murga de malestar, creencias negativas y errores de percepción propios de la mente consciente en la que estamos inmersos nadando en un mar de confusión. El soldado que dispara sin pensar y da en el blanco es beneficiado por el entrenamiento durante miles de horas en la práctica consciente y nada tiene que hacer sino fluir. (“Zen y el arte del tiro con arco” constituye una obra magnifica sobre el desapego acerca del resultado en que consiste la mente ecuánime; cuando está libre del deseo de acertar, el arquero da en el blanco.)
Al conducir un coche hacemos esto cada día, hay maniobras que la podrías hacer con los ojos cerrados porque se han automatizado a tal grado que no hay que pensar.
Cuando nos involucramos en el compromiso de seguir el Curso de Milagros paso a paso, nos estamos entrenando.
Rafael Lefort menciona en uno de sus libros sobre el cristianismo primitivo, que en la biblia aparece cierta palabra aramea traducida como “misericordiosos” (“Bienaventurados los misericordiosos porque de ellos será el reino de los cielos”) y que esto constituye un craso error, que la traducción, con mayor exactitud sería “los bien entrenados”. ¿Quiénes son los bien entrenados? Son aquellos que han aprendido a manejar su propia mente y evitar que esta autónomamente los conduzca de modo involuntario al cielo o al infierno. Son aquellos que pueden conducir de nuevo a casa al buey del que habla el budismo zen. Son aquellos que pueden permanecer en la ecuanimidad aunque las sensaciones agradables resulten muy tentadoras o aunque las sensaciones desagradables que se producen en el cuerpo sean incluso más tentadoras y justificables. Después de todo, son “negativas” y a mí no se me puede acusar de provocarlas conscientemente.
Son, en términos de un Curso de Milagros aquellos maestros espirituales que pueden volver a pensar “con” Dios.
Pero, quienes están entrenados saben que deben atravesar sombrías selvas oscuras para comenzar la ascensión hacia la luz. Y la manera de atravesar esa oscuridad es mirar a consciencia esas sombras, en esto consiste el trabajo neurofisiológico de las constelaciones familiares; darles su lugar a esas sombras dolorosas que están actuando sobre nuestros resultados de un modo no deseado. Si no le doy su lugar a mis miedos cuando voy a pasar por una prueba difícil, si no le doy su lugar a la envidia que me corroe cuando compito en esta existencia de lucha, si no le doy su lugar a la rabia que me envenena el día cada vez que alguien me lleva la contraria, si no le doy su lugar a todas esas fantasías por las cuales yo tengo la creencia demencial de que estoy en lo cierto y los demás están en el error, sigo en el mismo lugar: me creo inocente y me privo de las malas experiencias, pero también de las buenas. Eso les pasa a los “inocentes”. Aún creen que deben perdonar, porque han olvidado que no había nada que pudiera ser perdonado en el mundo del Espíritu.

Héctor D’Alessandro 2017

Un Curso de Milagros.
Taller todos los jueves de 6 a 8 PM en Xalapeños Ilustres 88
Col. Centro Xalapa. Contacta con nosotros al 2281 78 07 00 o al 2281 82 88 84.
En el taller que brindamos todos los jueves, procuramos conectar el trabajo psicofísico con el Curso de Milagros, con nuestra realidad inmediata y cotidiana.
Puedes integrarte al curso en el momento en que quieras.  

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