La guerra de Irak y Un Curso de Milagros
“Acepta el temor y que
el entrenamiento te guíe”.
Ang Lee: “Billy Lynn’s”
En la excepcional película del director Ang Lee (“El tigre y
el dragón”, “Brokeback Mountain”, entre otras) el soldado Billy Lynn que da
título al film, en momentos previos a realizar un ataque que será definitivo
para el comandante a cargo de su escuadrón, recibe, junto a sus compañeros, y a
manera de consigna, la frase: “acepta el temor y que el entrenamiento los guíe”.
Esta sola idea, tan poderosa en sí misma si se hace vivencia
en la persona, es la clave del éxito en el trabajo espiritual y en cualquier
tipo de entrenamiento profesional, pero por sobre todo en el aprendizaje
dinámico.
En el año 1994,
comencé un trabajo personal basado en enseñanzas alquímicas donde se te
indicaba “si no crees en esto, no importa, simplemente suspende tu juicio
adverso durante cuarenta y dos días y ponlo en práctica, luego tú puedes
decidir con una base en la experiencia”. Recuerdo que al leer aquella simple
frase, un mundo entero se abrió ante mí. Mi personalidad se caracterizaba por
una amplitud de expectativas y una aceptación básica de que muchas cosas que
parecen imposibles pueden ser perfectamente posibles y realizables.
No conocía aún los avatares en los que puede sumergirte el
conjunto de creencias inconscientes negativas y el carácter inercial de ciertos
patrones de actitud y de comportamiento. Aún tendría que batallar, en el
futuro, con bastantes de esos dragones o demonios interiores, y por suerte
emprendí ese camino, con herramientas a mi disposición que, por su precisión y
debido a los sofisticado de su acción, cada vez me hacían más fluido y
placentero el sendero a recorrer.
A partir de aquel momento adopté como consigna que jamás me
opondría en principio a nada, que me mantendría, en la medida que sintiera que
la confianza me acompañaba, en una actitud básica de disponibilidad para la
experimentación.
Quería sentirme a mí mismo en profundidad, quería estar
presente en cada interacción cotidiana, quería, en definitiva, poder estar
cómodo en la vida delante de mis semejantes, sin miedo a ser yo mismo, como lo
veía en muchas personas que empezaba a conocer.
Personas conectadas; conectadas consigo mismas de un modo
radical.
Pronto comprendí que el trabajo interior de desarrollo
personal tiene un carácter eminentemente de entrenamiento, de entrenamiento
consciente.
Comprendí rápidamente que hasta ese momento yo era un
conjunto de creencias, la mayor parte de las cuales jamás habían sido
cuestionadas y que además muchas de ellas se manifestaban en mis resultados
vitales aparentemente sin que yo pudiera hacer nada en contrario. La
comprensión meramente intelectual no me solucionaba nada. Todo aquel amasijo de
pensamientos que inducían actitudes, comportamientos, estados emocionales y resultados
que parecían venir de fuera sin que yo tuviera nada que ver en ello pero que me
afectaban negativamente, empezó a caer, no sin cierto estrépito.
Cuando estaba más encabronado en contra de lo que me pasaba
a pesar de lo bien que yo trabajaba por mi evolución personal, “me rendía”. “Rendirse”
en la formación de “rebirthing” (una técnica poderosa de cambio personal a
través de la respiración y el cambio del pensamiento) consiste en que cuando
estás “indomable” y no te aguantas más porque ves que vas a volver a cometer el
mismo error de siempre y no lo puedes evitar, como si fuera un comportamiento o
un ciclo compulsivo (y lo es) simplemente te acuestas con los brazos extendidos
en cruz boca abajo y no te levantas de allí hasta que “te hayas rendido”:
Esta práctica, del esoterismo católico, la llevan adelante
los cardenales y el mismo Papa, previo a una decisión difícil o como ellos
dicen en su jerga “cuando el demonio se hace presente”; el demonio es o está en
la mente, es una dimensión interna, no externa, de la función del sistema
nervioso llamada mente.
La de pensamientos y emociones, sensaciones desagradables y
agradables, impulsos (estos son los más peligrosos, porque la mente del ego te
dice enseguida que ya está, que ya solucionaste y produce una fantasmagoría de
rendición que no es verdadera, solo una fantasía de la voluntad del ego; estás
acostado boca abajo y de pronto crees tenerlo todo claro y que ya estás poco
menos que iluminado y cuando quieres acordar, ya te levantaste y estás
cocinando o yendo al cine o llamando por teléfono a alguien; al ego le produce
terror entrar en tu propio interior). Esta rendición nada tiene que ver con la
cantidad de tiempo que permanezcas acostado; depende de ciertas señales en el
sistema nervioso a nivel de sensaciones, pensamientos y emociones que indican
el final del ejercicio. Se puede calibrar con bastante exactitud el momento en
que rendido ya puedes volver a la vida cotidiana.
Recuerdo particularmente cierta ocasión en que no pudiendo
resolver un asunto económico, me tumbé a rendirme, había incluso llorado de
impotencia y rabia, sintiéndome a la vez un necio, claro, para poder castigarme
a mí mismo justamente por necio (las artimañas de la mente). Y cuando llevaba
un tiempo que no podría calcular, pero que no fue más de una hora, sonó el
teléfono; era una antigua socia con quien teníamos una empresa y que nos habíamos
separado con cierta tensión, ninguno le había dicho al otro sobre como acordar
la separación legal; pero ahora me llamaba para proponerme un trato económico para
abrirnos y la cantidad de dinero que me ofrecía por mis acciones era el doble
de la cantidad que yo, en aquel momento en que me había olvidado de mí mismo y
de mis capacidades y había preferido abandonarme al dolor, necesitaba. Pueden
imaginarse que a partir de aquel día me tomé el ejercicio de la rendición con
mucho mayor ahínco, así fue. Y luego, con el paso de los años vendrían nuevas y
más eficaces prácticas para el cambio perceptivo y emocional, conductual y de
actitud.
Con cada una de las nuevas técnicas volvió a suceder lo que
desde siempre el yo más íntimo ya conoce, aunque se obstina en olvidar. Y es
algo tan sencillo como que si te entrenas a cierto nivel de constancia, cuando
el ejercicio en el que te entrenas pasa a ser parte de ti y actúa en cierto
modo en tu lugar, guiando todos tus pasos sin que tengas que intervenir con
toda la murga de malestar, creencias negativas y errores de percepción propios
de la mente consciente en la que estamos inmersos nadando en un mar de
confusión. El soldado que dispara sin pensar y da en el blanco es beneficiado
por el entrenamiento durante miles de horas en la práctica consciente y nada
tiene que hacer sino fluir. (“Zen y el arte del tiro con arco” constituye una
obra magnifica sobre el desapego acerca del resultado en que consiste la mente ecuánime;
cuando está libre del deseo de acertar, el arquero da en el blanco.)
Al conducir un coche hacemos esto cada día, hay maniobras
que la podrías hacer con los ojos cerrados porque se han automatizado a tal
grado que no hay que pensar.
Cuando nos involucramos en el compromiso de seguir el Curso
de Milagros paso a paso, nos estamos entrenando.
Rafael Lefort menciona en uno de sus libros sobre el
cristianismo primitivo, que en la biblia aparece cierta palabra aramea
traducida como “misericordiosos” (“Bienaventurados los misericordiosos porque
de ellos será el reino de los cielos”) y que esto constituye un craso error,
que la traducción, con mayor exactitud sería “los bien entrenados”. ¿Quiénes
son los bien entrenados? Son aquellos que han aprendido a manejar su propia
mente y evitar que esta autónomamente los conduzca de modo involuntario al
cielo o al infierno. Son aquellos que pueden conducir de nuevo a casa al buey
del que habla el budismo zen. Son aquellos que pueden permanecer en la
ecuanimidad aunque las sensaciones agradables resulten muy tentadoras o aunque
las sensaciones desagradables que se producen en el cuerpo sean incluso más
tentadoras y justificables. Después de todo, son “negativas” y a mí no se me
puede acusar de provocarlas conscientemente.
Son, en términos de un Curso de Milagros aquellos maestros
espirituales que pueden volver a pensar “con” Dios.
Pero, quienes están entrenados saben que deben atravesar sombrías
selvas oscuras para comenzar la ascensión hacia la luz. Y la manera de
atravesar esa oscuridad es mirar a consciencia esas sombras, en esto consiste
el trabajo neurofisiológico de las constelaciones familiares; darles su lugar a
esas sombras dolorosas que están actuando sobre nuestros resultados de un modo
no deseado. Si no le doy su lugar a mis miedos cuando voy a pasar por una
prueba difícil, si no le doy su lugar a la envidia que me corroe cuando compito
en esta existencia de lucha, si no le doy su lugar a la rabia que me envenena
el día cada vez que alguien me lleva la contraria, si no le doy su lugar a todas
esas fantasías por las cuales yo tengo la creencia demencial de que estoy en lo
cierto y los demás están en el error, sigo en el mismo lugar: me creo inocente
y me privo de las malas experiencias, pero también de las buenas. Eso les pasa
a los “inocentes”. Aún creen que deben perdonar, porque han olvidado que no
había nada que pudiera ser perdonado en el mundo del Espíritu.
Héctor D’Alessandro 2017
Un Curso de Milagros.
Taller todos los jueves de 6 a 8 PM en Xalapeños Ilustres 88
Col. Centro Xalapa. Contacta con nosotros al 2281 78 07 00 o al
2281 82 88 84.
En el taller que brindamos todos los jueves, procuramos conectar
el trabajo psicofísico con el Curso de Milagros, con nuestra realidad inmediata
y cotidiana.
Puedes integrarte al curso en el momento en que quieras.
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