sábado, 10 de febrero de 2024

Carta a mi propósito vital. Héctor D'Alessandro

Querido propósito, ya llevamos juntos muchos años de manera consciente y agradezco a la vida y a mis maestros que me hayan sabido guiar con amor y con sabiduría hasta tu puerta.

Todavía recuerdo el día en que te vi de frente, el momento en que me fuiste revelado, viniendo como un fuego que se esparce por el bosque desde lo más hondo de mi inconsciente y quemándolo todo para revivificar la foresta.

Recuerdo la cara de bobo que se me quedó cuando me di cuenta que desde siempre te conocía, que siempre habías estado ahí y sentí mucha culpa y mucho dolor por no haber sabido verte antes.

Tardó un tiempo para que aquella frase que parecía de consuelo se convirtiera en una verdad para mi y para mi relación contigo: todo llega cuando tiene que llegar.

Como todo lo inconsciente, siempre habías estado ahí, delante de mi nariz, y yo sin verte y confundiéndome a mi mismo con ideas novedosas y con teorías sui géneris.

No queriendo ver.

Porque el precio de ver es que ya no hay vuelta atrás, que ya no me puedo negar por más tiempo a realizar las acciones que te lleven a la materialización consciente en esta vida.

Te agradezco que siempre hayas estado allí, que siempre te hayas asomado detrás de las actividades más pueriles de cada día, en la infancia, en la voz y en la mirada de mis compañeros del colegio diciéndole al maestro: no, déjelo, maestro, mejor me lo explica Héctor, a él le entiendo.

Los psicoterapeutas a los que concurría a los veinte y a los treinta años, y todos diciendo: tu tiene el don de mostrarle sus verdades a la gente y generar en ellos comprensión, ¿qué estas esperando?

¿Comprensión? Me parecía un término estrictamente intelectual. No podía imaginar que iba a entrar en mi vida ocupando lugares insólitos para mí en aquella época: comprensión no solo para entender una problema de matemáticas, o un texto arduo o dificultoso, comprensión para perdonar, comprensión para amar a pesar de todo, comprensión para perdonarse a si mismo y seguir adelante, crear comprensión para poder mirarme a mi mismo con compasión y amor. Comprensión para convivir. Comprensión para poder dejar ir aquella persona, aquella situación a la que me aferraba. Comprensión para rendirse. Comprensión para abandonar y sentirme gozoso en el descanso.

Crear comprensión en situaciones límites. Crear comprensión para escoger la vida en lugar del dolor inútil. Crear comprensión para poder volver a comenzar.

Gracias querido propósito: el día que te tomé en mi corazón dejé de ser pobre para siempre y todo mi camino se iluminó. Las hierbas que crecían a los lados del camino y que lo oscurecían o lo volvían incomprensible o arduo fueron segadas por el fuego de tu divina intensidad. Gracias.