domingo, 22 de octubre de 2017

¿Por qué algunas personas tienen éxito con facilidad y otras no? Héctor D'Alessandro


¿Por qué algunas personas tienen éxito con facilidad y otras no?
¿Por qué a algunas personas les resulta fácil algunas cosas y otras no?
En constelaciones, si miramos de modo superficial, podríamos aparentemente “liberar” a la persona de una “lealtad”, por la cual no puede alcanzar determinados objetivos debido a que no puede superar a su padre o a su madre.
Siendo verdad en algunos casos, no lo es de modo total.
En la Escuela Internacional de Coaching de Xalapa, preparamos a nuestros alumnos en la visión del Análisis Transaccional y de la Hipnosis Ericksoniana, de modo que tengan una visión completa de cualquier asunto que les presente un cliente, y puedan así intervenir con precisión y éxito. Las constelaciones familiares nacen directamente del Análisis Transaccional, por su concepción y por sus métodos, y de la Programación Neurolingüística y la Hipnosis Ericksoniana por su modo de lectura corporal y la cualidad de la intervención.
Nuestra formación permite leer en el cuerpo y en la comunicación general de la persona qué tipo de “guion” está viviendo.
“Cada persona decide en su primera infancia cómo vivirá y cómo morirá, y a ese plan, que lleva en la cabeza dondequiera que vaya, lo llamamos su guion” (Eric Berne) y cuál es el “saldo del guion”, cuáles los mandatos que tiene la persona, y cuáles son los “requerimientos”  de ese guion. Cómo opera su “demonio” particular dentro del contexto del guion. Guion, requerimiento, saldo y demonio son componentes sustanciales de todo guion, son en realidad grabaciones visuales, auditivas y sensoriales que la persona experimento antes de los siete años, mientras su sistema nervioso funcionaba las veinticuatro horas del día en una banda de frecuencia de entre 8 y 13 Mega Herzios por segundo, que es el estado de trance conocido como estado “alfa” de la mente o estado de máximo aprendizaje. Ese periodo en el cual los niños parecen aprenderlo todo como auténticas esponjas. En esa edad, según dónde le haya tocado nacer al niño, este aprende que lo más importante en la vida es sacar buenas notas, otros que lo más importante es ser feliz, otros que lo más importante es oír atentamente lo que hablan los vecinos de nuestra familia para contárselo a mama, y así sucesivamente según sea la cultura familiar en que el bebé haya nacido.  
Un saldo de guion puede operar de modo que determina como ha de acabar la persona que es víctima inconsciente del mismo, ejemplo: “vas a acabar como tu tío” (alcohólico) o bien “Nunca llegarás a nada” (una predicción, negativa, para la vida del paciente), “Tu nos vas a matar a todos” —a disgustos, entiende la mamá, pero él o la bebe entiende literalmente y luego de adulto, según otros elementos de su contexto se convierte en un asesino múltiple o bien en alguien que trae la mala suerte y la gente se muere allá donde vaya o la acusan de haber matado a disgustos a alguien, aunque todo esto sea pura imaginación la persona lo vive como una realidad y los que hablan de la persona, totalmente atrapados en el guion, que tiene componentes colectivos, mientras lo afirman, se lo creen.  
Lo que habitualmente sucede es que los padres concluyen su actividad luego de pronosticarle un destino negativo o positivo a sus vástagos, echándole, al niño, una maldición del tamaño de “Sigue así y terminarás arrastrándote por las calles como tu tía” (prostituta)  y a continuación le dicen a los niños cosas como “Y no me mires así”, o “No te quedes con la boca abierta”, “No te quedes ahí como un pasmarote”, todos ellos mandatos altamente hipnóticos, puesto que son ordenes imposibles de cumplir, el cerebro no entiende ni sabe que hacer cuando le dicen que "no haga" alguna cosa, y sumergen al pensamiento y a la imaginación del niño en una laguna donde se graban más profundamente las maldiciones previas pronunciadas en voz alta y también algunos otros enunciados didácticos como “Anda y ponte las zapatillas que te vas a resfriar”, que se le dicen inmediatamente a continuación.
Entonces, los niños, que poseen una tremenda plasticidad antes de los siete años, graban esa información que está siendo depositada a diario sobre la superficie flexible de su joven cerebro. Imprime toda la información como si fuera la verdad y a la vez un mandato, y cuando llegan al saldo del guion, como en el caso de una clienta del propio Eric Berne, creador del análisis transaccional, no olvidan ponerse las zapatillas el día en que se tiran al río en un intento frustrado de suicidio. Si se convierte con éxito en un alcohólico, nadie se explicará por qué tiene siempre la boca abierta; si se hace prostituta, muchos se preguntarán por qué no habla nada con sus clientes. Y en cualquier otro destino, también muchos se entregarán a la inútil investigación sobre por qué siempre está con cara de pasmado.
Por este mismo motivo, un cliente puede pasarse la vida luchando contra el mandato de mamá o de papá, tu cásate bien, pero jamás con una judía; como el niño tiene bien grabado que debe casarse y su “demonio” que lucha por su supervivencia y que le hace tomar todo tipo de decisiones con las que pueda llevarle la contraria a esas voces de papá y de mamá lo conducirá directamente a casarse con una judía (o cualquier otro miembro de otra raza o profesión que los papás detesten), con la que, obviamente, le irá fatal y con suerte acabará divorciándose.
Al divorciarse, si tiene suerte, se sale del guion y entra en el Antiguion, es decir que pasa a sentar cabeza y hace caso de lo que “sabiamente” decían papá y mamá. Pero realmente nunca ha vivido.
Así, se pasa la vida, mientras llega la muerte, tomando decisiones erróneas que ni siquiera llega a tomarlas la persona. Con una constelación no se puede quitar ese sistema de toma decisiones; ese sistema se despotencia conociendo cómo funcionan los diferentes elementos que configuran un guion.
Cuando alguien está atrapado en un circuito sin salida en el que siempre recae, y vive una lucha interna de la cual no puede salir, como si diferentes personas discutieran dentro de su cabeza y en su corazón, no va a salir de ese infernal lugar con una constelación familiar.
Debe desactivar los componentes del guion que son en todos los casos procedimientos hipnóticos que se implementan sin consciencia en la infancia del niño o de la niña. Por ese motivo se quitan con procedimientos hipnóticos, pues así fueron instalados y funcionan en la mente y en el sistema de toma de decisiones de la persona en forma automática y totalmente inconsciente.
El problema es que muchas veces toda la familia está atrapada en el guion; el modo de supervivencia desde el cual experimentan lo que llaman “la vida” se parece para ellos, con bastante verosimilitud, a la experiencia directa de la vida. Un ejemplo que muy frecuentemente vi —aunque nunca traté a ninguna— en España es el caso en el que la mujer abandona al marido porque este le pega y la familia del hombre pasa a tomar a la nuera bajo su protección pero al mismo tiempo hablan con su hijo a fin de “reformarlo”, lo consideran un criminal más por el hecho de que ha permitido el divorcio que porque le haya dado unos golpes a la mujer; de este modo, logran “reconciliar” a la pareja y tiempo después ella aparece muerta. Todos logran lo que inconscientemente buscaban. Ese guion de tejido dañado se consuma y aunque luego haya grandes muestras de dolor, e incluso enfrentamientos entre las familias, forma parte de la herencia familiar del guion de la familia, pero no de la vida, a la cual no conocen.
En los fracasos económicos pasa algo similar: un cliente tiene un mandato terrible si realiza ciertas cosas, como asociarse con alguien de terminada edad o de cierta nacionalidad o del sexo contrario o cualquier otra alucinación colectiva de esas que las familias recolectan sin cobrar por ello a su paso por la vida. La persona va experimentando con sus empresas, pero no se da cuenta de que por ejemplo no tiene permiso, caso de que sea una mujer, para asociarse con un hombre de otra clase social o de otro nivel educativo porque en casa aprendió y se la mandató para que buscara hombres más manipulables. Las cosas salen mal y ella confirma lo que se pronosticaba en casa, el hombre que se asoció con ella por supuesto que también trae su guion complementario y experimenta la parte que a él le corresponde en la pequeña obrita teatral que juntos representan.
Así la gente se entrega a pasar la vida con alguien a quien ni conoce, porque dentro del estrecho margen que las maldiciones que de buena voluntad mamá y papá le enviaron, escoge aquella persona que justamente va a activar su guion. Una dama esbelta y medianamente inteligente se casa con un hombre que solo sabe trabajar y ponerle los cuernos, dice “amarlo con locura”; se le pregunta por qué escogió a alguien de tan bajo nivel intelectual que apenas logra hablar con mayor locuacidad que un perro, ella dice que la conquistó con la “bondad de su corazón”, una mentira, a todas luces, cuando lo dice aprieta las manos una contra la otra, mira al terapeuta de costado con gesto seductor, sonríe con la sonrisa conocida como “del patíbulo”, que en este caso viene a decir “me jodí a mí misma pero me da igual”, y estira las piernas articulando los tobillos de tal manera que retrae los pies. El demonio se ha salido con la suya; a su hija le aconseja que encuentre a un hombre que sea millonario y guapo e inteligente para los negocios, pero su hija aprende que su padre tiene el cerebro de corcho y lo ama, porque en definitiva es su papá, así que nunca encuentra un hombre adecuado. Está presa de la esquizofrenia de la madre, y a menos que logre mirarlo todo con honestidad, jamás encontrará un hombre y se sentirá a diario enojada y con el tiempo rencorosa, y despectiva, el labio hacia abajo la delatará en todas las reuniones.
Cuando se quita un mandato de este tamaño, curiosamente, la sinergia muscular permite que el labio se suelte del conjunto en que se encuentra atrapado y le devuelve, a la persona, la agradable sonrisa que merece y que perdió en algún momento de su pasado.
Imagínense el caso de una persona que tenga estos mismos mandatos contrarios, procedentes evidentemente de una familia bien intencionada, en el área de su economía. ¿Entienden ahora por qué hay tantas personas que trabajan en lo que no les gusta? ¿Qué tienen negocios que nunca funcionan y en los que se dejan la vida quejándose sin llegar nunca a tocar el cielo con las manos?
Ahora piensen en un tipo de casos que muchos de ustedes seguramente conocen, y es el de personas que se la pasan años o décadas en una relación sin significado, en un trabajo que los agota o manteniendo una empresa que no acaba jamás de salir adelante y no les aporta felicidad, lo han intentado todo, han probado con diferentes sistemas de pensamiento para adaptarse a la situación o bien para intentar salir de la situación, pero en todos los casos no ha resultado más que en eso: intentos. Y algunos de ellos, de pronto, por los motivos que sea, se salen del entramado de relaciones que esa situación implica, rompen la cárcel mental en que estaban inmersos y puede que incluso en su entorno, personas bien intencionadas, piensen que se han vuelto locos. A pesar incluso de las posibles amenazas del entorno inmediato, esas personas se aventuran a un vacío sin aparente significado que es el no estar más en ese contexto. Y triunfan. Triunfan de un modo que llega a asombrar a las personas más cercanas que los conocen. La sonrisa y el color vuelven a sus labios y a su rostro. La felicidad respira en todos sus poros, parecen disfrutar de un plus de vitalidad que al parecer les estaba negado. Están en paz. Ya no parecen aquella persona artificial y tensa que se parece más a un estridente y crispado cómic plano o a una suerte de payaso con respuestas automáticas antes que a un ser humano natural.
Estas personas se diferencian de aquellas otras que, tras dar el paso, parecen llenas de culpabilidad e ira contenida y entran en un vértigo de sucesos cada día más negativos que el anterior.
¿Qué ha pasado aquí?
Los primeros han salido del guion que los mantenía atados a una vida que tenía de tal solo el nombre.
Los segundos han salido de una versión del guion y se han lanzado a un Antiguion aún más tiránico e insatisfactorio.
Es frecuente el caso de mujeres que hartas de su marido deciden dejarlo, puede que concurran a algún taller “altamente empoderante” y saliendo de allí con una subida total de la adrenalina toman decisiones que no son más que del demonio que siempre está allí de guardia para precipitar a la persona al abismo. Al día siguiente, como si se saliera de una tremenda resaca, sobreviene el arrepentimiento y la culpa que arrasa toda posibilidad de razonamiento adulto. Vuelven al redil, porque en su sistema familiar el aprendizaje dice que una mujer no abandona a su marido hasta que la menor, o el menor, de los hijos no alcance la mayoría de edad.  Aún faltan algunos años para que ese evento se produzca, pero la mujer ha visto por un momento la luz y la posibilidad. Mientras tanto, enferma, a modo de moratoria mientras no llega el momento del pago final. Es decir que podía ser libre y triunfar como ser humano solo si se alcanza cierto plazo temporal en el cual se cumple cierta meta (la mayoría de edad de los hijos), como no hay información para vivir el tramo intermedio y la culpa destroza los nervios, la mujer permanece enferma durante años y cuando el último de sus hijos alcanza los dieciocho años, repentina y milagrosamente se cura.
Ahora, vamos a ver qué pasa con el otro grupo, el primero, esas personas que abandonándolo todo por la llamada de un canto de sirenas, triunfan de un modo que a los otros les parece envidiable. Ya habían alcanzado el plazo estipulado por el guion. Este es el caso más frecuente, tenían permiso para salir bien librados. Por eso un analista transaccional cuando recibe a un cliente debe, primero que todo, ver en qué momento del guion está la persona, porque si aún no tiene permiso para estar bien, puede incluso darse la vuelta y convertirse incluso en el gran enemigo del ingenuo terapeuta, esta es la fuente de la mayor parte de las denuncias o retiradas airadas de los clientes de las consultas de terapeutas inexpertos. El facilitador se cree a pie juntillas las palabras de esperanza que el cliente aparentemente deposita en su futuro y en la labor del profesional y no capta que le está enviando en realidad un conjunto de señales que dicen todo lo contrario. Desde “no podrás conmigo” hasta “solo la muerte puede librarme de esto”, pasando en medio por las constantes conversaciones inútiles que solo rozan el nivel intelectual (entre 8 y 14 megaherzios por segundo del cerebro) estado de vigilia de la razón consciente.
Ahora bien, cuando el cliente está preparado, la neurona se conecta, es el único caso en que el Maestro (interior) aparece de inmediato. Por eso, para tomar una decisión debemos conocer con precisión si el cliente ya tiene permiso en este momento de su vida. Cuando no lo tiene, recae y se castiga con un retorno a los viejos hábitos culpables. Si comía demasiado, ahora come más. Si ya no amaba a la pareja, se convence de que sí la ama y vive en una situación de auténtica división interna. Si se hacía cirugías estéticas, ahora se las hará de a tres por vez. Patas de gallo, nalgas y pechos a la vez en cada intervención.
Por todo esto, nosotros realizamos una intervención multidimensional, que permite al cliente lanzarse al río de su felicidad con seguridad y sabiendo de antemano por todas sus propias señales neurofisiológicas, que ahora sí, es su momento para nadar en el río de la libertad.   
Los invito a estudiar Análisis Transaccional con nosotros en la Escuela Internacional de coaching de Xalapa
Héctor D’Alessandro
Escritor y coach
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