Hay pruebas suficientes, obtenidas a raudales en los últimos
días, y de las cuales millones de personas son testigos. A esta altura del
siglo XXI, existen leyes aprobadas que respeta, incluso el Estado español,
sobre el cuidado en el trato a las minorías, a las mujeres, el respeto a los
derechos de los homosexuales, las lesbianas y los transexuales, el respeto a
los derechos de los animales. Una mujer posee el derecho a transitar por la
calle y no recibir ofensas por el modo como viste, puede incluso poner una
denuncia si ese derecho es vulnerado, sin embargo, jamás, en el estado español
se aprobó ninguna ley contra la xenofobia anti-catalana, un catalán puede
viajar con cualquier cometido al territorio del resto del estado español sin
que ninguna ley lo proteja ante la vejación por ser catalán; ni ahora ni nunca
existió. Yo mismo he viajado a otra zona de España y, aun escuchando mi acento,
que seguramente no sabían de dónde era, cuando comenté que vivía en Barcelona,
se me miró con despreció y se realizaron gestos despectivos mientras se decía: “catalán”.
Eso no es admisible, nunca debió serlo, y ese fascismo continuo y de carácter social,
siempre fue admitido. Nunca nadie pidió que se impusieran fuertes sumas de
dinero a modo de multa o penas de prisión por ofender a un ciudadano nacido en Catalunya
ni en ninguna otra parte del Estado. Sin embargo, sí se hace uno acreedor a
multas y sanciones penales por lanzar una ofensa que afecte la dignidad, no
solo a una persona, también por meterse con los perros y los gatos. Nunca tuvo
interés el Estado Español en prevenir esa xenofobia que sí es un delito de
odio. Es un delito constante que en España se convirtió en el mar de fondo que
arrulla con terror el horizonte; de esa situación jamás solucionada viene ahora
esta cantera social de personas que ni saben cómo es Catalunya y nunca la han
visitado pero en las cuales se ha inoculado el odio, sí, se llama odio. Y
penalmente se llama “xenofobia”. Tiene raíces históricas bien firmes y un
resultado nefasto que consiste en que llegado el momento se puede movilizar a
esa masa que ni conoce Catalunya y que quizás nunca vio a un catalán, pero ya
tiene un juicio acerca de ellos. España es un país que siempre ha alentado
aunque sea por omisión este mar de fondo de rechazo y vulneración.
Más de una vez en cualquier noche céntrica en Barcelona pude
escuchar a más de un borracho procedente de los más lejanos lugares del estado,
intentando armar una trifulca y ponerse a gritar cosas como “Catalanes esto o
catalanes aquello, que puedo decir lo que me salga de allá, que estoy en
España, coño, que esto es España”. Triste. E invariablemente observé que,
mayoritariamente, cuando alguna persona se comporta de este modo, simplemente
se alejan y lo dejan discutiendo solo. Se puede atribuir a ignorancia de parte
de esa persona, a que no tuvo oportunidades de informarse, etc, Lo asombroso es
que nunca se haya podido aplicarle una ley, en España, que tantas leyes
represivas se aplican, una ley que con una buena multa y la amenaza de unos días
en la cárcel, haya hecho desistir a cualquiera a la hora de andar insultando a
sus conciudadanos. Es un hábito en España denostar al diferente; alcanza con
escuchar a Pablo Iglesias (de Podemos) en el programa del otro día en la televisión
catalana, cada vez que quería elevar la categoría internacional de España, solo
hacía que decir “Esto no es Turquía”. Dos veces, lo dijo. ¿No piensa que en Turquía
hay personas amables y generosas y que pueden sentirse xenofóbicamente menospreciadas?
El caso es que jamás vi ni me enteré por la prensa de que
algún catalán o grupo de ellos fueran a España a gritarles algún tipo de
ofensas. Y ahora en un lenguaje totalmente orwelliano, vemos que los nazis,
haciendo el saludo correspondiente a los de su clan, con símbolos fascistas
tatuados en el cuerpo, acusan al gobierno catalán de ser un gobierno nazi.
Acarrean gente desde toda España para hacer una manifestación contra el derecho
a decidir y dan un gran espectáculo, sintiéndose impunes, dando una paliza a un
periodista, llamando puta a una periodista catalana, y por supuesto besando
banderas.
España ya ha abierto el huevo de la serpiente y si no se
para esto a tiempo, van a ir a más; los catalanes son una minoría en
estado de vulneración de sus derechos democráticos y que corren un grave riesgo
de daño físico.
Las organizaciones ya deberían empezar a intervenir. Los
catalanes a día de hoy son los judíos de España; a los cuales, por cierto,
expulsó a todos hace ya muchos siglos. Estos hasta el día de hoy le reclaman al Estado Español la devolución de sus bienes, y la presión ha sido tan importante
que el gobierno del PP transó en otorgarles como compensación la ciudadanía.
En el Estado español a los catalanes como colectivo con
identidad nacional propia no solo se los persigue sino que se los denigra, a
través de los medios masivos de comunicación desde hace muchas décadas, en los
chistes que, en una época en que por decoro y por la razón conocida como
“corrección política” ya no se hacen determinados chistes o se penan incluso
las expresiones consideradas denigratorias para los mujeres, sobre todo a
través de los medios de comunicación, a los catalanes, en cambio, se los
insulta y se los menosprecia.
Por este motivo y no por otro, es que el representante del
estado ante Catalunya ha pedido con la comisura de la boca disculpas a los
catalanes por las cargas policiales de los últimos días. Porque saben que a
nivel internacional e incluso a nivel de la propia España, están cometiendo un
delito, probablemente de xenofobia, que está penada, y de seguir en la misma
línea están cometiendo un delito por alentar una situación peligrosa para la
población catalana. Cuando una población corre riesgos, debe intervenir, en
algunos casos, la propia ONU para interceder y evitar enfrentamientos y daños.
Tal como están dadas las cosas, el estado español se ha comportado para con la
población catalana como el marido violento y agresor de la esposa que solo se
calma, un poco, cuando su delictivo comportamiento se hace público. En estos
días el maltrato sordo y constante contra la población catalana ha salido al
fin a la luz pública. Y el maltratador se ha dado cuenta de que lo miran los
vecinos. Falta que le exijan responsabilidad.
He vivido en tres países durante años y solo en España he
visto la práctica del estado a través de los medios de comunicación de alentar
a la mayor parte de la población en contra de una minoría nacional. Eso, está
pasando en España. Un Estado con la capacidad del control de los medios y de la
fuerza monopólica en el ejercicio de la violencia estatal educa a la población,
por omisión quizás, en el odio a los catalanes. ¿Por qué nunca se penaron las
expresiones verbales en la vida social contra los catalanes? ¿Por qué nunca se
educó en el conocimiento de su idioma en el resto de España ya que la
constitución indica que se trata de una lengua cooficial?
Cuando las fuerzas de seguridad del Estado concurren a
aporrear a ciudadanos pacíficos que
deseaban ejercer su derecho a votar, a qué se debe que vayan munidos de esa
excesiva carga adrenalínica que se puede ver y oír en los videos grabados en
que se anima a los cuerpos policiales a que repriman con fuerza a ese sector de
la población y se puede escuchar en las grabaciones de las conversaciones por
radio de los miembros de las fuerzas de seguridad donde dan por hecho que van a
“repartir hostias”.
Se está estigmatizando a un conjunto de la población.
En los preámbulos de la primera guerra mundial, cuando, en
Francia, se oían rumores de una confrontación con Alemania, en la prensa se
hacía broma acerca de que los alemanes eran unos borrachos pendencieros y
holgazanes. De modo que cuando los franceses fueron a la guerra pensaban que
iban a encontrarse con esa situación entre las filas del enemigo. Al
encontrarse con un ejército poderoso y bien entrenado, salieron corriendo
despavoridos. A partir de ese evento, cuando se quiere atacar a una población,
país o estado, primero se lo demoniza. (Afganistán, Irak, Libia, Siria,
Venezuela) Se hace creer que ese pueblo o esa colectividad tiene pactos con el
diablo; en fin, que encarna la maldad suprema. ¿Qué otra cosa no se está
preparando contra la población catalana desde hace muchas
décadas? Lo que estamos viendo son las famosas “bagatelas para una masacre”,
como las llamaba Celine, el escritor francés y fascista, cuando se refería a la
preparación de la próxima matanza de los judíos. Los catalanes son los judíos
de España; no exagero en absoluto, en la meseta castellana aún se utiliza el
término judío para referirse a una persona tacaña o ruin, y uno puede
escandalizarse, pero, mientras tanto, delante de las propias narices se está produciendo la
peor preparación para una matanza que se haya podido ver a lo largo de la
historia; quizás no una matanza, porque si se transmite por instagram o
Facebook live queda muy mal, pero un ahogamiento absoluto de la economía y del
cuerpo social catalán, sí.
El estado español, con la anuencia de la Unión Europea, si
la población catalana no se da prisa, está preparando la disolución de la sociedad,
de la cultura y de la identidad catalana.
Lo que están haciendo se llama ingeniería social. Bagatelas
para una masacre. Destrucción de una cultura y de una nación; pero intuyo que
los catalanes no se van a dejar.
Decía antes que los catalanes son los judíos de España, y no
exagero ni un ápice, de dónde sino un rey que sale e emitir un comunicado para
“el conjunto de los españoles” y detrás coloca una retrato de Carlos III, el
rey que prohibió los libros y el aprendizaje del catalán. Un mensaje
probablemente digno de Milosevic; a ese nivel están. ¿Por qué digo que son los
judíos de España?
Porque los chistes sobre catalanes, las expresiones de
sentido común que van configurando una idealidad colectiva, como dije desde el
comienzo, no se corrigen sino que se alientan con la celebración jocosa en el
resto de España. Por ese motivo, cuando se produce un problema político con
Catalunya, el Estado no duda en mandar a las fuerzas policiales a reprimir y
estas no solo llevan porras, van armadas con el material punitivo ideológico de
una formación social y educativa que les viene a convencer de que se van a
encontrar con unos nazis demoníacos. Hoy día ya no sale gratis convertir a una
población en el chivo expiatorio de todos los problemas internos que se tengan.
Hace años, los partidos de la democracia española acordaron
no tirarse por la cabeza a cuenta del terrorismo; no se podía utilizar el
terrorismo como arma política de uso diario. Hace ya años que si una persona
denigra a otra por su condición sexual o por su origen nacional o características
raciales, se hace punible de una sanción en los tribunales de justicia; pero
ofender a un catalán por su origen nacional no es algo que a nadie se la haya
ocurrido penar legalmente.
Y fíjense a qué nivel funciona esta miseria que, cuando
llegan los policías y se encuentran con una fuerte oposición pacífica, se
quedan desconcertados; se quedan desconcertados a tal grado, según un
periodista catalán de esos que ya se ríen de las ofensas que se dirigen a ellos
como grupo nacional a toda hora del día desde hace décadas, (y no deberían
reírse sino sustanciarlo en los tribunales) que la sorpresa policial seguro se
debió al largo larguísimo adoctrinamiento que se hace en España acerca de los
catalanes; un adoctrinamiento tan repugnante y tan irracional que hace que el
maligno, para acabar de convertirlo en maligno, además de ser el causante de
todos los males, debe ser alguien que es también un cobarde y un miserable, una rata. Claro. ¿Cuál no sería la
sorpresa al encontrarse con que los cobardes se defienden con inteligencia?
¿Qué raro que entre las cualidades que se les puedan atribuir a los catalanes,
no se les atribuye como a los judíos, la de ser inteligentes? Ah, sí, son
malignos, pero son tan inteligentes. Mire usted. No, ni eso se les atribuye en
la orquesta mediática y política que en España continuamente y sin que nadie
haga nada para pararlo se envían todo el tiempo mensajes de odio, que es el
nombre que debe recibir. Mensajes de odio.
Ahora, incluso, la prensa española dice que los catalanes
buscan su primer muerto. Eso es una amenaza apenas velada: lo que está diciendo es
vamos a matar y les echaremos la culpa a ustedes, es que son tan malignos que
son capaces de hacer que uno de ustedes muera en nuestras manos inocentes que
no desean en modo alguno matar a nadie.
Yo viví la guerra fría en Uruguay y se estuvo estigmatizando
a una buena parte de la población durante casi una década para auto-legitimarse
y empezar la matanza. Si algo aprendí es que cuando un Estado dice que “se
preocupa mucho por algo” es porque va a hacer un estropicio en ese algo. Y
cuando, durante tanto tiempo se demoniza a una población es porque se pretende
dañarla. Hoy mismo un representante del gobierno ha amenazado al presidente
catalán con el fusilamiento.
Por razones como esta se termina en los tribunales de la
Haya, y el territorio intervenido con cascos azules para proteger a la
minoría.
Héctor D’Alessandro, escritor y coach, residió veintidós años
en Barcelona, Catalunya.
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