jueves, 9 de noviembre de 2017

Los guiones y el sexo Eric Berne


Cada persona decide en su primera infancia cómo vivirá y cómo morirá, y a ese plan, que lleva en la cabeza dondequiera que vaya, lo llamamos su guion.
Su conducta trivial puede decidirla la razón, pero sus decisiones importantes ya están tomadas: con qué clase de persona se casará, cuántos hijos tendrá, en qué clase de cama morirá, y quién estará allí cuando lo haga.
Todos los tipos de guiones tienen sus aspectos sexuales.
Los guiones de “Nunca” pueden prohibir el amor o el sexo, o ambos. Si prohíben el amor pero no el sexo, son una licencia para la promiscuidad, licencia que aprovechan plenamente algunos marineros, soldados y viajeros y que utilizan las prostitutas y cortesanas para ganarse la vida. Si prohíben el sexo pero no el amor, producen sacerdotes, monjes, monjas y personas que hacen buenas obras, como la de criar niños huérfanos. Las personas promiscuas están continuamente atormentadas por la visión de fieles enamorados y familias felices, mientras que los filántropos sienten continuamente la tentación de saltar la valla.
Los guiones de “Siempre” están representados por las personas jóvenes que se ven obligadas a irse de sus casas por los pecados que sus padres les han incitado a hacer. “Si estás embarazada, vete a ganar la vida en la calle” y “Si quieres tomar drogas, hazlo por tu cuenta” son ejemplos de esto. Puede que el padre que arrojó a su hija en plena tormenta albergara pensamientos lascivos respecto de ella desde que ésta tenía diez años (¿diez? ¿ocho?) y el que echó de su casa a su hijo por fumar drogas se emborrachará aquella noche para aliviar su dolor.
La programación paterna en los guiones de “Hasta” es la más fuerte de todas, pues generalmente consiste en órdenes directas: “No puedes tener vida sexual hasta que te cases, y no puedes casarte mientras tengas que cuidar de tu madre (o hasta que termines la carrera)”. La influencia Paterna en los guiones de “Después” es casi tan clara como en los anteriores, y la espada suspendida emite los destellos de unas amenazas bien visibles: “Cuando te cases y tengas hijos empezarán tus problemas”. Traducido en acción, esto significa: “Agarra las rosas de la vida mientras puedas”. Después del matrimonio, se reduce a “Cuando tengas hijos empezarán los problemas”.   
Los guiones de “una y otra vez” producen siempre una dama de honor, y nunca una novia, una persona que se esfuerza mucho una y otra vez, y nunca acaba de conseguirlo. Los guiones de “Final abierto” terminan con hombres y mujeres mayores que pierden su vitalidad sin lamentarlo mucho y se contentan con recordar conquistas pasadas. Así como las mujeres que tienen estos guiones esperan ansiosas la menopausia con la esperanza de que solucionará sus “problemas sexuales”, los hombrs esperan hasta que se jubilan con una esperanza parecida de liberación de sus obligaciones sexuales.
En una esfera más íntima, cada uno de estos guiones tiene su relación propia con el orgasmo propiamente dicho. En guion de “Nunca”, desde luego, además de hacer solteronas y solterones, prostitutas y alcahuetes, también hace mujeres frígidas que nunca tienen un orgasmo, ni uno solo en toda su vida, y hombres impotentes que pueden tener orgasmos siempre que no haya amor, la clásica situación descrita por Freud del hombre que es impotente con su mujer pero no con prostitutas. El guion de “Siempre” produce ninfomaníacas y donjuanes, que se pasan la vida persiguiendo el orgasmo.
El guion de “Hasta” fomenta amas de casa acosadas y hombres de negocios cansados, ninguno de los cuales puede excitarse sexualmente hasta que la casa o el negocio están en orden hasta el último detalle. Incluso después de excitados, pueden interrumpirse en los momentos más críticos, para jugar a “La puerta del refrigerador” o al “Bloc de notas”, pequeñas cosas para atender a las cuales tiene que saltar de la cama en aquel mismo momento; por ejemplo, comprobar que la puerta del refrigerador está cerrada, o anotar unas cuantas cosas que se han de hacer antes que nada a la mañana siguiente en la oficina. Los guiones de “después” dificultan el sexo por recelo. El miedo a quedar embarazada, por ejemplo, impide a la mujer disfrutar del orgasmo y puede hacer que el hombre tenga el suyo demasiado deprisa. El coitus interruptus, donde el hombre se retira justo antes de la eyaculación como método de impedir la natalidad, tiene a ambas partes en un conveniente estado de nervios ya desde el principio, y generalmente deja a la mujer a mitad de camino si la pareja es demasiado tímida para utilizar algún sistema por el cual ella tenga satisfacción. De hecho, la palabra "satisfacción", que suele utilizarse para tratar de este problema en concreto, es un indicio de que algo va mal, pues un buen orgasmo debería ser mucho más sustancial que la pálida sombra llamada satisfacción.  
El guion de “una y otra vez” sonará mucho a muchas mujeres fracasadas, que van excitándose cada vez más durante el trato carnal, hasta que justo cuando están a punto de llegar al orgasmo, el hombre eyacula, probablemente con la ayuda de  la mujer, y ella vuelve atrás otra vez. Esto puede pasar noche tras noche durante años. El guion de “Final abierto” afecta a las personas mayores que consideran el sexo como un esfuerzo, o una obligación. Una vez llegados a la cumbre, son “demasiado viejos” para tener vida sexual, y sus glándulas se debilitan por falta de uso, junto con su piel y a menudo también sus músculos y su cerebro.
Ahora no tienen nada más que hacer que llenar el tiempo hasta que se enmohezcan sus conductos. Para evitar esa vida vegetativa, un guion no debería tener un límite de tiempo, sino que habría de designarse para durar toda la vida, por larga que esta fuera.
La potencia sexual, el empuje y la energía de un ser humano están determinados hasta cierto punto por su herencia y sus componentes químicos, pero parece que todavía es más fuerte la influencia de las decisiones de guion que él toma en su primera infancia, y las de la programación paterna que ocasiona estas decisiones. Así pues a la edad de seis años están decididas en gran medida no solo la autorización y la frecuencia de sus actividades sexuales a lo largo de toda la vida, sino también su capacidad y su disposición para amar.
Esto parece todavía más aplicable a las mujeres.
Algunas de ellas deciden muy pronto que quieren ser madres cuando crezcan, mientas que otras resuelven en el mismo periodo permanecer vírgenes o novias intocadas para siempre. En cualquiera de los casos, la actividad sexual en ambos sexos es objeto de la constante interferencia de opiniones paternas, precauciones adultas, decisiones infantiles y presiones y temores sociales, de manera que los impulsos y los ciclos naturales son suprimidos, exagerados, desfigurados, desatendidos o adulterados. El resultado es que todo lo que llamamos “sexo” se convierte en instrumento de un juego. Las sencillas conciliaciones de los mitos griegos, los gritos espontáneos que se oían en el Monte Olimpo, que forman la base de la versión original del guion, se convierten en los trucos y subterfugios de los cuentos populares, de manera que Europa se transforma en Caperucita Roja, Proserpina en Cenicienta, y Ulises en el estúpido príncipe que se convierte en rana.
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