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jueves, 12 de octubre de 2017

Lo que Puigdemont reveló sobre la "democracia" española ante mil cámaras de 126 países


Lo que Puigdemont reveló sobre la “democracia” española ante mil cámaras de 126 países.

Mi prima Lourdes siempre andaba en busca de un novio y consultaba con mi madre a ver qué le parecían los candidatos que encontraba en el camino; de oír los juicios de mi madre se me formó un juicio sobre los hombres. Sé positivamente que si mi prima Lourdes le hubiera presentado al rey Felipe VI de España, mi madre le habría dicho a mi prima, no te cases, ese hombre te amargará la vida, no ves que es un autómata, ni siquiera sabe quién es él mismo y su voz ni siquiera es su propia voz; sé positivamente que si mi prima le hubiera presentado a Rajoy, mi mamá le habría dicho ese es un castrado, ni hombre es, no oyes los gallos que emite su voz, y la pone aguda, es de los que rápidamente llaman a la guardia, ay, socorro, me han mirado mal, agente, intervenga. Ni hombre es, es una especie de mutante que ni ideas propias tiene, habla a través de él un conjunto de voces que se arrastran raspando el suelo entre ataúdes. Si mi prima Lourdes le hubiera presentado al presidente Puigdemont, yo sé que mi madre le habría dicho: ay, este me cae bien, es simpático, cásate con este, te hará reír y tiene dulce la mirada.
El otro día lo miraba en la computadora mientras oía su discurso, un discurso extraordinariamente bien ordenado, declarando y luego suspendiendo la independencia, y pensaba en el extraño caso que se estaba dando por el cual todo el planeta, ciento veintiséis países, lo estaban escuchando. Más de mil medios de comunicación puestos allí para transmitir su mensaje. Creo que desde la olimpiada creada por otro gran hombre simpático divertido y creativo, Maragall, nunca había estado puesto el foco en Barcelona, de manera tan contundente. Mil cámaras de ciento veintiséis países puestas allí para un hombre a quien sus enemigos, algunos que han corrido a palos a rumanos por las calles mientras ejercían el cargo de alcalde de una ciudad, acusan de nazi, y de racista; a este hombre que se casó con una rumana; este hombre al que acusan de golpista los mismos que cada día desde hace años están dando un golpe suave y sigiloso pero que va sembrando dolor por donde pasa y que tiene como objetivo final el desmantelamiento de todas las libertades. Lo veía y me preguntaba cómo se llega hasta ahí, qué conjunto de sincronías lo pusieron allí, como protagonista del momento más televisado de la historia del reino de España. Extraño hado el de un revelador de los secretos. Alguien que, al fin, rompiendo el velo de silencio y de mentiras con que se recubren nuestras miserables y merdosas democracias occidentales, que atacan, bombardean y matan poblaciones enteras en los países que tienen petróleo, revela la triste verdad del maltratador a quien sus vecinos por fin ven en plena actividad. Sí, al fin todos los vecinos que no querían ver el espectáculo acaban viéndolo. El amable doctor y correcto ciudadano de verdad le jalaba de los pelos a su joven esposa. Era verdad que España, de puertas adentro maltrata desde hace siglos a buena parte de sus ciudadanos. Recuerdo a mis amigos de Guinea Ecuatorial, cuando me contaban cómo los maestros españoles les hacían cargar, por hablar su idioma y no el sacrosanto español, una latita cosida al jersey y dentro su propia caca recién hecha, a modo de castigo. Ayer nomás, en la década del setenta. Pues sí, este hombre, Puigdemont, ha llegado a la cima de la montaña y ha difundido a diestra y siniestra que vive en un país en el cual hubo cuarenta años de dictadura fascista. Así como lo oyen, y resulta que nadie parece haber oído eso entre el gremio de los amaestrados periodistas; sólo han oído la parte del gol que parece que dio en el poste. Pero desde fuera, al menos desde aquí, desde el continente americano, se escuchó, claramente, que explicaba cómo Catalunya, la región que él preside, se dispuso presta a colaborar para la reconstrucción de la democracia. Y que lo hizo con el objetivo de que eso fuera un punto de partida.    
Pero que al parecer para el resto del estado, aquello era el punto de llegada. Como que todo debía quedar atado y bien atado. Y la Constitución debía tener un carácter incomprensible de documento sagrado; al que lo toca, se le corta un dedo para que aprenda.
Luego, como es un hombre inteligente y preparado, como quiere toda suegra y como quería mi mamá para mi prima Lourdes, continuó desgranando, señalando con énfasis e insistencia que esto conviene destacarlo y subrayarlo, dado que hoy que todo el mundo nos mira, y, sobre todo, hoy, que todo el mundo nos escucha, creo que vale la pena volver a explicar”. Sí, Puigdemont sabe muy bien lo que hace; si mi prima Lourdes fuera su esposa o al menos su novia, seguro que al verlo tan comprometido a nivel internacional habría venido a tranquilizar a mi mama diciéndole: "Tú no te preocupes tía, que Carles sabe lo que hace. Mira, me he enterado que a nivel internacional cuando una nación o una minoría étnica nacional o sociocultural no es respetada por la democracia a la que pertenece, es engañada consecutivamente rompiendo los pactos que con ella se celebran, no respetando los acuerdos o pactos a los que se arriban, según dice un señor llamado Huffington, de la revista “Affaires Internationales” o algo así, la comunidad internacional deja de preocuparse por el interés en la soberanía territorial de ese estado y pasa a proteger el bien mayor que en este caso sería la seguridad de esa minoría acechada, como ahora lo están los catalanes”. Sí, así lo habría explicado mi prima, que para explicar las cosas es la mejor del mundo, o al menos del barrio.
Luego Puigdemont, que no sabe lo bonita que es mi prima, continuó explicando cómo el Estado español, rompiendo esa regla de oro que tanto venera la sociedad internacional, que es honrar los pactos a los que se ha llegado, sobre todo si están escritos, en el año 2005, con una mayoría del 88% del parlamento catalán que aprobó el proyecto de un nuevo estatut, y aquí, como sabía que allí estaban esas mil cámaras,  ah, cómo le gustaría a mi prima posar ante ellas, con un abrigo de piel, o bueno, dado que ese día hacía calor, le hubiera gustado llevar un vestido ligero. Fíjense ustedes, habría dicho ella, el 88%, y comprendan si no es una injusticia tremenda, hacerle laborar a un parlamento y a un pueblo depositar todas sus esperanzas en tamaño trabajo, con lo que cuesta redactar un Estatut, para que luego cuatro señores que huelen a colonia de esa asquerosa, Dandy, rancia como pocas y que se la echan para que no se les note el olor a muerte caminando con sus mil patitas por la piel que tienen, esa, vieja y gastada, mal aliento, malos pensamientos y un humor de perros, de personas que prefieren seguir oyendo las opresivas voces de los santos padres viciosos y farsantes que les siguen mintiendo desde el fondo de los siglos, digo. Para que esos cuatro momios te lo veten porque les hacen una llamada desde el Palacio Central de los Momios. Es rara la élite española, bien rara es, andan todos con caras de carajos todo el día y muestran la alta eficacia con cuatro ladridos destemplados y la apelación a unos valores que la gente ya no se atreve a confesárselos a sí mismos ni a solas.
El caso es que Puigdemont continuó repitiendo y señalando porque conviene hacerlo cuando mil cámaras te observan desde Sidney hasta Varsovia y más de cuatro abogados de estos que tienen una agenda telefónica de esas que, cuando se deciden a moverla, los pone en contactos con personas que con cuatro llamadas te monta un batallón de funcionarios poco burocratizados, tipo escuadrón de despliegue rápido para la defensa inminente de los derechos a punto de ser picoteados por cuatro buitres apolillados. Así fue que en Montevideo y en Tel Aviv, en Moscú y en El Cairo, la gente se enteró que en plena democracia española, cuyos personajes siempre actúan de qué están a la última, no se respeta casi nada, que son unos roñas y unos cochambrosos porque al Parlamento le dejaron crear un Estatut y luego los dejaron que lo votaran, luego, como para que la farsa quedara bien armada, dejaron que el pueblo lo aprobara, que es el último grito de la moda en las democracias occidentales en los últimos cincuenta años, y luego se lo tiraron para atrás aquellos señores malolientes que gastan anillos muy caros en unos dedos gordos como morcillas. Unos dedos con un extraño color entre rojo y avioletado que indica la proximidad del siguiente infarto. Imagínense en algunas zonas egoístas de la población, alejada de lo que es la autoestima, las risas que habrán cundido, sobre todo en Pakistan, que tantos inmigrantes tienen en España, vamos, se habrán partido el pecho de la risa al ver que a los mascarones de proa se les caían los cachos a pedazos.  En Dinamarca algo huele a podrido, querido amigo. Y en España también.
A continuación Puigdemont destacó, repitiéndolo también (a esta altura, mi prima, si fuera su novia, estaría seguramente teniendo dos orgasmos simultáneos y pensando que bien habla mi Carles) que en el año 2006 la población catalana aprobó ese Estatut y que votó el 47 %, esto tuvo buen cuidado en destacarlo, porque sabe que con esas cifras, según para qué, el falsimedia internacional te dice que fue un arrasar de votos o te dice que sólo votaron el 47%, sí, cuando en algún país de esos pobres que los alumnos de secundaria de Europa no saben ubicarlo en el mapa, gana las elecciones un candidato que no le va a vender el petróleo barato a ellos, siempre te ponen cosas como “sólo ganó por 77%” (¡Habrase visto que mierdas de democracias tienen por ahí!)
Bueno, el caso es que con el 47 % en el 2006 (se ve que ese año no había veda anticatalana) le dieron por bueno el Estatut a los catalanes, y, señaló que los votos favorables fueron incluso menos de los que expresaron ahora en el 1 de octubre de 2017; ahora ya lo saben, cuanto más palo se le da a la gente, más motivados se sienten para ir a defender sus derechos; es un método antiguo y empleado generalmente por la policía, por eso Mussolini, en una famosa frase de esas que colecciona el Rider Digest en sus citas citables, dice más o menos que antes que el homo faber fue el policía; o sea que el cromagnon el neandertal y todos esos otros seres humanos clavados contra un muro con una alfiler clasificatoria, nada tienen que hacer ante el ejemplar “homo police”.
Bien, para que vean señores que los infaustos acontecimientos en la vida de una comunidad no tienen por qué tener fin, van a saber a continuación, gracias a que el virtual novio de mi prima, lo comunicó al mundo, que el parlamento Español recortó el dichoso Estatut y luego cuando llevaba cuatro años aprobado, en 2010, volvió a recortarlo. Modificando así la voluntad popular, cambiando así lo que el pueblo había votado; para que se hagan una idea, como cuando el pueblo francés hace unos años votó que no quería ingresar a la Comunidad Europea y luego el parlamento, casi a puertas cerradas, un domingo a última hora, cuando a las familias que comen bien les entra la depresión viendo las películas horribles que en esa época se pasaban en ese horario, votó que los franceses sí entraban en la Comunidad Europea. Esto no lo dijo Puigdemont, pero el colegio de abogados que cada día se juega la vida y la libertad en alguna ciudad de Pakistan, deben haber reído bastante al pensar, “vaya, están peor que aquí”. O quizás pensaron algo del tipo: “y de qué se quejan, si aquí nos corren a palos todos los días, y como te descuides te meten un tiro en la cabeza”. Un pensamiento que a algún magistrado español de esos que usan la toga para taparse la boquita mientras eructan mientras se dejan corromper por el sistema, le vendría muy bien para decirle a algún reo: oiga no se queje que en Pakistan estaría bien jodido, que es un frase que queda muy bien dicha por un magistrado español porque hasta queda incluso cosmopolita, incluso aunque después por lo bajo le confiese a algún colega que no tiene “ni puta idea de dónde queda Pakistan”, y luego reírse a carcajadas, que es algo que ayuda mucho a la digestión.
Por si todo lo anterior fuera poco, Puigdemont agregó esta pieza imborrable, medida en todas sus partes y con una distribución de sus conceptos y sus efectos encomiable hasta por loro constante de Gracián: “Los últimos siete años han sido los peores de los últimos cuarenta: laminación continuada de competencias a través de decretos, leyes y sentencias; desatención y desinversión en el sistema básico de infraestructuras de Cataluña, pieza clave del progreso económico del país; y un desprecio hiriente hacia la lengua, la cultura y el modo de ser y de vivir de nuestro país”.
Gracián se levantaría de su tumba para protestar por este atentado a la cultura; Gracián también sufrió la persecución de la eterna Inquisición Española.  
España, país detenido o frenado en el tiempo, mordido en su avanzar por infatigables cadáveres que se resisten a morir, mientras otros injustamente muertos se niegan a no ser encontrados. Solo Camboya que también estaba mirando por la tele al señor Puigdemont, la supera, a España, en desaparecidos y ejecutados junto a las cunetas.
Luego de este momento tremendo, se largó a explicar Puigdemont, que no es novio de mi prima, conviene aclararlo para no ofenderle el honor a nadie, toda la historia de imputaciones contra cargos públicos por llevar adelante actividades políticas. El señor Mas, ex presidente de la Generalitat, Irene Rigau, Joana Ortega, todas personas que se les dañó en su vida política y  civil de maneras que ni Mao Tse Tung le destinaba a algunos de sus conciudadanos. Se intenta dejarlos sin bienes ni modo de ganar dinero para el vivir diario, o sea, la muerte en vida cuando uno no tiene amigos. Se ve que los muertos andan vengativos en España, peores que Pedro Páramo, padre. Se andan chingando el destino de los vivos, por puro vengativos.
En fin, que el mundo se vino a enterar que España es un país que tiene una democracia de mierda donde a la gente se le hace de todo y se le quitan todos los derechos y se la jode hasta el punto del sufrimiento más espantoso. Pero eso lo piensan, dice mi prima, porque son ignorantes, porque sin ir más lejos, en agosto de 2001, en Finlandia, le dieron, porque la Comunidad Europea no quería darle, el estatuto de refugiado a un ciudadano de Detroit, pueden ustedes comprobarlo en las hemerotecas, porque la policía de esa ciudad se la pasaba todo el día haciéndole la vida imposible y sacándole dinero para sus vicios, como la de Barcelona en la época en que se dedicaba a extorsionar locales muy famosos al punto de llevarlos a la quiebra. Le cobraban a la sala aquella el 75 % de la recaudación, como va a funcionar un negocio, así, dice mi prima, que se lo sabe todo sobre la vida nocturna de las grandes ciudades.
 A continuación y para rematar, Puigdemont explicó que al ex presidente Mas, le quieren cobrar más de 5 millones de euros, en Pakistán deben alucinar y, realistas, deben decir: “no quieren que pague, quieren que se quede en la jaula para siempre”, que es lo que pensaría cualquier personas no viciada ni intoxicada por el parloteo vacío de las miserables democracias occidentales y europeas.
Y nada más mencionar eso, se adentró en el momento actual: la detención de los dieciséis altos cargos del día 20 de setiembre, la solicitud que se ha hecho de que se condene a la gente por delito de sedición, con lo cual les caerían unos quince años a cada uno. Pensarán que así la gente se olvida y deja pasar por alto un agravio, justamente ellos que cada año reciben con la sonrisa torcida a los descendientes de la colectividad judía que expulsaron en el año 1492, un año con mal feng shui para mucha gente. Y esos descendientes vienen con la llave en la mano de la casa que el Estado español les quitó en Girona en Castilla, en Valencia, en todos lados, y les reclama, dale que te dale, y ellos saben que los judíos son constantes, mira luego de casi dos mil años como reclamaron la tierra de donde fueron expulsados hace tanto tiempo. Vaya si lo saben, lo saben hasta el punto de que el propio Rajoy les dio la ciudadanía gratuita a todos los que pudieran demostrar que fueron expulsados en 1492.  Aun teniendo ese contundente ejemplo piensan que la gente con quince años de nada se va a quedar conforme y tranquila y no va a reclamar nada. Tan locos, diría Lourdes, mi querida prima, cuyo matrimonio con Puigdemont, mi mamá habría aprobado de inmediato.
Y para terminar, Carles Puigdemont nos recordó el indigesto discursito del rey de España que en calidad de árbitro pacificador los amenazó con darles de palos a todos, de palabra e icónicamente, de gesto no, porque sus gestos, sobre todo esas tres recolocadas de hombro demostraron a las claras, y mi prima que sentía que se le secaba la boca mirándolo hablar, que el cargo le queda grande y que le quedan cuatro telediarios en el mismo. Ella dijo una frase lapidaria que invariablemente resulta palmariamente condenatoria; cada vez que la ha pronunciado ha caído algún muro de Berlín, ella dijo: “Este tipo acaba de re cagarla”.
Bueno, a él por suerte no lo vieron mil cadenas de televisión del mundo porque entonces habrían pensado incluso peor acerca de España. Sólo fue programación local. Si la gente lo ve, es solo porque Carles Puigdemont, con la promoción que alcanzó, al mencionarlo, habrá conseguido que todos los espectadores del planeta miraran, como dijo mi prima, al cara de culo ese que habla con la voz de pito de un niño malcriado con permiso para empezar a exterminar gente.
Bien, hasta aquí llegó el pasaje, ese fue el parrafo en el que Puigdemont le contó al mundo, con esa cara de tipo divertido que tiene, que alegraría a todas las mujeres amorosas, tiernas y cariñosas como mi prima, el rosario de la aurora que implica la vida en la democracia española.
Nadie lo quiso escuchar, pero lo escucharon, puertas adentro de la democracia española, y rápidamente se apresuraron a centrar la atención del público en que según ellos, solo según ellos, no se sabe qué declaró. Eso es fácil, mi prima se los puede explicar, miren, es fácil: primero declaró la independencia y a continuación la puso en suspenso, eso quedó clarito. Pero por motivos políticos, los políticos perezosos y vulgares como Rajoy fingen que no entendieron, una marca de la mediocridad. Miro a Puigdemont en la pantalla y le agradezco a la vida que mi prima nunca lo haya conocido, ni se haya enamorado de él, porque España cada tantos años suele destruirle por completo la vida a los tipos osados y creativos que tienen la alegría de vivir en los ojos. Ojalá esta vez me equivoque, dicen que Human Rigths Watch está en camino, pero me parece que los momios están saliendo de la cripta, ya se oye el sonido de las crujientes bisagras.
Héctor D’Alessandro
Escritor y coach, residió veintidós años en Barcelona, Catalunya

lunes, 9 de octubre de 2017

Catalanes: los judíos de España. Bagatelas para una masacre.

Hay pruebas suficientes, obtenidas a raudales en los últimos días, y de las cuales millones de personas son testigos. A esta altura del siglo XXI, existen leyes aprobadas que respeta, incluso el Estado español, sobre el cuidado en el trato a las minorías, a las mujeres, el respeto a los derechos de los homosexuales, las lesbianas y los transexuales, el respeto a los derechos de los animales. Una mujer posee el derecho a transitar por la calle y no recibir ofensas por el modo como viste, puede incluso poner una denuncia si ese derecho es vulnerado, sin embargo, jamás, en el estado español se aprobó ninguna ley contra la xenofobia anti-catalana, un catalán puede viajar con cualquier cometido al territorio del resto del estado español sin que ninguna ley lo proteja ante la vejación por ser catalán; ni ahora ni nunca existió. Yo mismo he viajado a otra zona de España y, aun escuchando mi acento, que seguramente no sabían de dónde era, cuando comenté que vivía en Barcelona, se me miró con despreció y se realizaron gestos despectivos mientras se decía: “catalán”. Eso no es admisible, nunca debió serlo, y ese fascismo continuo y de carácter social, siempre fue admitido. Nunca nadie pidió que se impusieran fuertes sumas de dinero a modo de multa o penas de prisión por ofender a un ciudadano nacido en Catalunya ni en ninguna otra parte del Estado. Sin embargo, sí se hace uno acreedor a multas y sanciones penales por lanzar una ofensa que afecte la dignidad, no solo a una persona, también por meterse con los perros y los gatos. Nunca tuvo interés el Estado Español en prevenir esa xenofobia que sí es un delito de odio. Es un delito constante que en España se convirtió en el mar de fondo que arrulla con terror el horizonte; de esa situación jamás solucionada viene ahora esta cantera social de personas que ni saben cómo es Catalunya y nunca la han visitado pero en las cuales se ha inoculado el odio, sí, se llama odio. Y penalmente se llama “xenofobia”. Tiene raíces históricas bien firmes y un resultado nefasto que consiste en que llegado el momento se puede movilizar a esa masa que ni conoce Catalunya y que quizás nunca vio a un catalán, pero ya tiene un juicio acerca de ellos. España es un país que siempre ha alentado aunque sea por omisión este mar de fondo de rechazo y vulneración.
Más de una vez en cualquier noche céntrica en Barcelona pude escuchar a más de un borracho procedente de los más lejanos lugares del estado, intentando armar una trifulca y ponerse a gritar cosas como “Catalanes esto o catalanes aquello, que puedo decir lo que me salga de allá, que estoy en España, coño, que esto es España”. Triste. E invariablemente observé que, mayoritariamente, cuando alguna persona se comporta de este modo, simplemente se alejan y lo dejan discutiendo solo. Se puede atribuir a ignorancia de parte de esa persona, a que no tuvo oportunidades de informarse, etc, Lo asombroso es que nunca se haya podido aplicarle una ley, en España, que tantas leyes represivas se aplican, una ley que con una buena multa y la amenaza de unos días en la cárcel, haya hecho desistir a cualquiera a la hora de andar insultando a sus conciudadanos. Es un hábito en España denostar al diferente; alcanza con escuchar a Pablo Iglesias (de Podemos) en el programa del otro día en la televisión catalana, cada vez que quería elevar la categoría internacional de España, solo hacía que decir “Esto no es Turquía”. Dos veces, lo dijo. ¿No piensa que en Turquía hay personas amables y generosas y que pueden sentirse xenofóbicamente menospreciadas?
El caso es que jamás vi ni me enteré por la prensa de que algún catalán o grupo de ellos fueran a España a gritarles algún tipo de ofensas. Y ahora en un lenguaje totalmente orwelliano, vemos que los nazis, haciendo el saludo correspondiente a los de su clan, con símbolos fascistas tatuados en el cuerpo, acusan al gobierno catalán de ser un gobierno nazi. Acarrean gente desde toda España para hacer una manifestación contra el derecho a decidir y dan un gran espectáculo, sintiéndose impunes, dando una paliza a un periodista, llamando puta a una periodista catalana, y por supuesto besando banderas.
España ya ha abierto el huevo de la serpiente y si no se para esto a tiempo, van a ir a más; los catalanes son una minoría en estado de vulneración de sus derechos democráticos y que corren un grave riesgo de daño físico.
Las organizaciones ya deberían empezar a intervenir. Los catalanes a día de hoy son los judíos de España; a los cuales, por cierto, expulsó a todos hace ya muchos siglos. Estos hasta el día de hoy le reclaman al Estado Español la devolución de sus bienes, y la presión ha sido tan importante que el gobierno del PP transó en otorgarles como compensación la ciudadanía.  
En el Estado español a los catalanes como colectivo con identidad nacional propia no solo se los persigue sino que se los denigra, a través de los medios masivos de comunicación desde hace muchas décadas, en los chistes que, en una época en que por decoro y por la razón conocida como “corrección política” ya no se hacen determinados chistes o se penan incluso las expresiones consideradas denigratorias para los mujeres, sobre todo a través de los medios de comunicación, a los catalanes, en cambio, se los insulta y se los menosprecia.
Por este motivo y no por otro, es que el representante del estado ante Catalunya ha pedido con la comisura de la boca disculpas a los catalanes por las cargas policiales de los últimos días. Porque saben que a nivel internacional e incluso a nivel de la propia España, están cometiendo un delito, probablemente de xenofobia, que está penada, y de seguir en la misma línea están cometiendo un delito por alentar una situación peligrosa para la población catalana. Cuando una población corre riesgos, debe intervenir, en algunos casos, la propia ONU para interceder y evitar enfrentamientos y daños. Tal como están dadas las cosas, el estado español se ha comportado para con la población catalana como el marido violento y agresor de la esposa que solo se calma, un poco, cuando su delictivo comportamiento se hace público. En estos días el maltrato sordo y constante contra la población catalana ha salido al fin a la luz pública. Y el maltratador se ha dado cuenta de que lo miran los vecinos. Falta que le exijan responsabilidad.
He vivido en tres países durante años y solo en España he visto la práctica del estado a través de los medios de comunicación de alentar a la mayor parte de la población en contra de una minoría nacional. Eso, está pasando en España. Un Estado con la capacidad del control de los medios y de la fuerza monopólica en el ejercicio de la violencia estatal educa a la población, por omisión quizás, en el odio a los catalanes. ¿Por qué nunca se penaron las expresiones verbales en la vida social contra los catalanes? ¿Por qué nunca se educó en el conocimiento de su idioma en el resto de España ya que la constitución indica que se trata de una lengua cooficial?
Cuando las fuerzas de seguridad del Estado concurren a aporrear a  ciudadanos pacíficos que deseaban ejercer su derecho a votar, a qué se debe que vayan munidos de esa excesiva carga adrenalínica que se puede ver y oír en los videos grabados en que se anima a los cuerpos policiales a que repriman con fuerza a ese sector de la población y se puede escuchar en las grabaciones de las conversaciones por radio de los miembros de las fuerzas de seguridad donde dan por hecho que van a “repartir hostias”.
Se está estigmatizando a un conjunto de la población.
En los preámbulos de la primera guerra mundial, cuando, en Francia, se oían rumores de una confrontación con Alemania, en la prensa se hacía broma acerca de que los alemanes eran unos borrachos pendencieros y holgazanes. De modo que cuando los franceses fueron a la guerra pensaban que iban a encontrarse con esa situación entre las filas del enemigo. Al encontrarse con un ejército poderoso y bien entrenado, salieron corriendo despavoridos. A partir de ese evento, cuando se quiere atacar a una población, país o estado, primero se lo demoniza. (Afganistán, Irak, Libia, Siria, Venezuela) Se hace creer que ese pueblo o esa colectividad tiene pactos con el diablo; en fin, que encarna la maldad suprema. ¿Qué otra cosa no se está preparando contra la población catalana desde hace muchas décadas? Lo que estamos viendo son las famosas “bagatelas para una masacre”, como las llamaba Celine, el escritor francés y fascista, cuando se refería a la preparación de la próxima matanza de los judíos. Los catalanes son los judíos de España; no exagero en absoluto, en la meseta castellana aún se utiliza el término judío para referirse a una persona tacaña o ruin, y uno puede escandalizarse, pero, mientras tanto, delante de las propias narices se está produciendo la peor preparación para una matanza que se haya podido ver a lo largo de la historia; quizás no una matanza, porque si se transmite por instagram o Facebook live queda muy mal, pero un ahogamiento absoluto de la economía y del cuerpo social catalán, sí.
El estado español, con la anuencia de la Unión Europea, si la población catalana no se da prisa, está preparando la disolución de la sociedad, de la cultura y de la identidad catalana. 
Lo que están haciendo se llama ingeniería social. Bagatelas para una masacre. Destrucción de una cultura y de una nación; pero intuyo que los catalanes no se van a dejar.
Decía antes que los catalanes son los judíos de España, y no exagero ni un ápice, de dónde sino un rey que sale e emitir un comunicado para “el conjunto de los españoles” y detrás coloca una retrato de Carlos III, el rey que prohibió los libros y el aprendizaje del catalán. Un mensaje probablemente digno de Milosevic; a ese nivel están. ¿Por qué digo que son los judíos de España?
Porque los chistes sobre catalanes, las expresiones de sentido común que van configurando una idealidad colectiva, como dije desde el comienzo, no se corrigen sino que se alientan con la celebración jocosa en el resto de España. Por ese motivo, cuando se produce un problema político con Catalunya, el Estado no duda en mandar a las fuerzas policiales a reprimir y estas no solo llevan porras, van armadas con el material punitivo ideológico de una formación social y educativa que les viene a convencer de que se van a encontrar con unos nazis demoníacos. Hoy día ya no sale gratis convertir a una población en el chivo expiatorio de todos los problemas internos que se tengan.
Hace años, los partidos de la democracia española acordaron no tirarse por la cabeza a cuenta del terrorismo; no se podía utilizar el terrorismo como arma política de uso diario. Hace ya años que si una persona denigra a otra por su condición sexual o por su origen nacional o características raciales, se hace punible de una sanción en los tribunales de justicia; pero ofender a un catalán por su origen nacional no es algo que a nadie se la haya ocurrido penar legalmente.   
Y fíjense a qué nivel funciona esta miseria que, cuando llegan los policías y se encuentran con una fuerte oposición pacífica, se quedan desconcertados; se quedan desconcertados a tal grado, según un periodista catalán de esos que ya se ríen de las ofensas que se dirigen a ellos como grupo nacional a toda hora del día desde hace décadas, (y no deberían reírse sino sustanciarlo en los tribunales) que la sorpresa policial seguro se debió al largo larguísimo adoctrinamiento que se hace en España acerca de los catalanes; un adoctrinamiento tan repugnante y tan irracional que hace que el maligno, para acabar de convertirlo en maligno, además de ser el causante de todos los males, debe ser alguien que es también un cobarde y un  miserable, una rata. Claro. ¿Cuál no sería la sorpresa al encontrarse con que los cobardes se defienden con inteligencia? ¿Qué raro que entre las cualidades que se les puedan atribuir a los catalanes, no se les atribuye como a los judíos, la de ser inteligentes? Ah, sí, son malignos, pero son tan inteligentes. Mire usted. No, ni eso se les atribuye en la orquesta mediática y política que en España continuamente y sin que nadie haga nada para pararlo se envían todo el tiempo mensajes de odio, que es el nombre que debe recibir. Mensajes de odio.
Ahora, incluso, la prensa española dice que los catalanes buscan su primer muerto. Eso es una amenaza apenas velada: lo que está diciendo es vamos a matar y les echaremos la culpa a ustedes, es que son tan malignos que son capaces de hacer que uno de ustedes muera en nuestras manos inocentes que no desean en modo alguno matar a nadie.  
Yo viví la guerra fría en Uruguay y se estuvo estigmatizando a una buena parte de la población durante casi una década para auto-legitimarse y empezar la matanza. Si algo aprendí es que cuando un Estado dice que “se preocupa mucho por algo” es porque va a hacer un estropicio en ese algo. Y cuando, durante tanto tiempo se demoniza a una población es porque se pretende dañarla. Hoy mismo un representante del gobierno ha amenazado al presidente catalán con el fusilamiento.
Por razones como esta se termina en los tribunales de la Haya, y el territorio intervenido con cascos azules para proteger a la minoría.


Héctor D’Alessandro, escritor y coach, residió veintidós años en Barcelona, Catalunya.