martes, 23 de noviembre de 2021

Hipnosis: deja de postergar: la famosa procrastrinación Héctor D’Alessandro

 

Hipnosis: deja de postergar: la famosa procrastrinación

Héctor D’Alessandro

1.  Lázaro resucita a las seis de la tarde

Me costaba muchísimo levantarme cada día de la cama. Much@s amig@s psicólogos aventuraban diagnósticos. El caso es que yo resucitaba milagrosamente alrededor de las seis de la tarde: hora en que desplegaba el máximo de mi energía. Y esto en cierto modo era una metáfora de mi vida, dado que desde hacia algunos años había postergado mis citas importantes, la realización de mis actividades más sentidas, dar los pasos para conseguir aquello que realmente me interesaba. Cuando sentía que no me iba a levantar y no iba a concurrir a aquella oficina tan importante donde personas con la agenda muy ocupada se habían hecho un lugar para escucharme, un calambre en el estómago comenzaba a diseminarse por toda la zona abdominal y finalmente me atenazaba la garganta, impidiéndome hablar y provocando un temblor en las mandíbulas que era el preámbulo al llanto. Seis muertes en mi círculo más inmediato, en el plazo de ocho años, habían contribuido a que mi vida estuviera parada y a que yo la moviera a pura fuerza de voluntad: la fuerza más débil del planeta.



2.  Mi vida iba a cambiar para siempre    

Pensé que, cambiando de país, amistades, relaciones y contexto general, todo cambiaría. Y no estuve tan lejos de la verdad. Me fui de Montevideo (Uruguay) a vivir a Barcelona (Catalunya). El poder de reinventarse empezaba a hacer mella en mi vida y en mi modo de ver mi propia experiencia: la capacidad de tomar distancia y el conocimiento de nuevas herramientas y técnicas para hablar esa conversación constante que todos tenemos, con nosotros mismos, de un modo enteramente potenciador, hizo que, al igual que el Barón de Münchhausen, me sacara a mi mismo del pantano, jalándome de mi propia metafórica coleta. Comencé haciendo meditación trascendental y esta me llevó, de modos indirectos a la bioenergética, el tai chí y a la anti-gimnasia de Therese Bertherat, y aterricé toda esta actividad en una teoría del análisis transaccional. Por las noches, leíamos en voz alta con una amiga psicóloga a John Bradshaw y sobre todo a Ken Wilber.

Aún así, muchas noches, a pesar de tanta actividad personal en el propio desarrollo, me agarraba aquel nudo sin desatar que llevaba en la boca del estómago, me destrozaba el día imaginario que yo llevaba en mi mente y comenzaba la depresión larvada y continua, ese goteo constante de la pena acumulada que no conseguía depurar y que, como un asaltante de los caminos, siempre me aguardaba bien escondido, dentro de mi propio cuerpo, a la espera de que bajara las defensas.

Entonces fui a una sesión de hipnosis. Mi vida iba a cambiar para siempre.

 

3.  Todos esperaban por mí y yo no los veía porque estaba hipnotizado

  Me metí en un camino que no tuvo vuelta atrás. Los mismo para mi que para las otras 23 personas que había en la sala. Nuestro profesor al final de la clase nos dijo que iba a poner una grabación con una “inducción hipnótica” que tenía la facultad de despertar todas las energías inconscientes aun dormidas dentro de nosotros y que esto haría que de inmediato todos nuestros proyectos diferidos, todo aquello sobre lo cual era necesaria poner atención desde hacía tiempo y estábamos postergándolo, iba a ponerse en marcha. La verdad es que yo le debía al profesor un manual para su academia desde hacia al menos ocho meses, y cada semana cuando lo veía ponía excusas y me inventaba imposibles argumentos que explicaran por qué no había llevado el manual. Eran unas cuarenta paginas sobre "Coaching para escribir", cuyo contenido conocía bastante bien, pero que no lograba poner en un documento definitivo.

4.  Estar dormido en vida

Cuando dijo el profesor que iba a poner aquella grabación, cundió la inquietud y las risitas nerviosas. Un disimulado escepticismo, disfrazado de plena confianza en algunos casos, eran muy asombrosos de ver en acción. Cómo, personas que estaban en aquel curso de hipnosis, decían que plenamente convencidas de lo que hacían, a la hora de la verdad, sonreían con unos nervios que daba la impresión de que les estaba dando diarrea. Y sobre todo hablaban y hablaban sin parar. Tanto que, en el caso de algunos compañeros, otras personas decían en broma y en serio a la vez: “A ver, alguien que lo desconecte, por favor.” Otros estaban literalmente en estado de catalepsia, mudos y congelados, con los ojos enormes asustados y con miedo a lo que pudiera pasar, la boca apretada y fruncida, los brazos tensos, las manos fuertemente apoyadas en el asiento, agarrándose de los bordes de la silla como si fueran a caer de varios centenares de metros de altura. Uno que se dedicaba a las ventas en un bazar, ensayaba el nuevo personaje social que se había inventado y que consistía en un experto en bolsa que sabía calcular a la perfección el momento en que había que comprar y el momento en que había que vender ciertas acciones y no paraba de decírnoslo a todos con el objetivo supuesto de comercializar su conocimiento, aunque de momento parecía mas bien que tenía más interés en vendernos su nueva personalidad antes que su servicio financiero.

5.  A todos nosotros nos quedaban pocos minutos de vida

Todos esos personajes que nos gustaba interpretar en la vida, para demostrar cuánto valíamos y qué capacidades tan extraordinarias poseíamos y que interesantes personas éramos, estaban ante un paredón de liquidación en el cual les quedaban unos minutos de vida. El trance hipnótico iba a disolver de inmediato todas esas tensiones neuromusculares que nos mantenían fijos en esos personajes inútiles para nuestra nueva vida.

La grabación con el audio que iba a “despertar nuestras energías inconscientes aún dormidas”, comenzó y yo recuerdo claramente que una parte de mi mente no paraba de hablar, emitiendo un discurso inconsistente por el cual afirmaba una y otra vez que aquello no me iba a afectar, que yo era capaz de mantenerme consciente por mucha inducción que me hicieran, que no iba a permitir de ninguna manera que me metieran, sin que yo me diera cuenta, un mensaje subliminal en mi mente. Y fue entonces que, a cierta altura, no sé cómo, empezó a atenazarme la nuca un dolor absolutamente insoportable, una tensión antigua volvía a la superficie (un fenómeno habitual en los procesos hipnóticos) y lo mejor era que, aunque ahora doliera, volvía para disolverse. Fui viendo cómo mi compañero, el experto en bolsa, se iba hundiendo en su silla, miraba a un lado y otro con una sonrisa de confusión y desconcierto, mientras sus ojos se volvían enteramente rojos, inyectados en sangre y los movimientos de cabeza se iban haciendo cada vez más lentos, a la vez que intentaba, inútilmente, mantener la mirada posada en nosotros y observar nuestros procesos y conductas, esforzándose en vano por continuar en el control mental consciente de la situación.

A los diez minutos aproximadamente, estábamos todos en trance. Algunos, con los ojos abiertos mirando al entorno y con la cabeza sin pensamientos de ningún tipo. Otros, luchando aun con síntomas que iban apareciendo, como era mi caso, y con la sensación general de confusión.

 

6.  No van a creer lo que sucedió

Me acompañó a la parada del metro de “Glories” un compañero a quien la hipnosis le había afectado la lengua, porque no paraba de hablar, y pretendía acompañarme hasta la Plaza Catalunya, donde yo cambiaba de línea y me iba en dirección al Paralelo; a cierta altura del viaje, me preguntó si me estaba molestando, y, curioso en mí, tan educado, le dije que sí, que no quería oír a nadie. Se calló la boca hasta llegar a su destino y se marchó saludándome con gestos, en silencio. El resto del viaje en la línea verde, desde la plaza Catalunya en dirección Palau Reial, transcurrió como si fuera metido en una nube que rodeaba a mi cabeza y a mi mente y acariciaba tibiamente los entresijos de mis neuronas. Cuando bajé del tren y me dirigí a la salida, y una vez en la calle, volvía a oír los sonidos circunstantes como una banda sonora de tonos graves, siseantes y lejanos  

Cuando entré al hall de mi edificio, podía escuchar los sonidos que yo mismo iba emitiendo, las puertas que abría, las que cerraba, como si fuera un sonido grabado que me llegaba lejano, como si en un mundo paralelo hubiera otro yo haciendo todo lo que yo hacía.

Recuerdo haberme sentado ante la computadora y luego recuerdo que de pronto miré la hora y habían pasado dos horas cuarenta en las cuales, mi mirada estaba fija en la pantalla del ordenador y nada más; que, en medio, contesté un mensaje SMS, y luego seguí con los labios entreabiertos, con cara de pasmo, mirando aquella pantalla oscura de tonos grises. Me levanté y me fui a acostar.

A las ocho de la mañana ya había terminado de desayunar y le había enviado un email a mi profesor de la academia, diciéndole que a las 3 de la tarde tenía preparado el manual que desde hacía ocho meses no me decidía a escribir.

Y así fue, me sentí tan contento y mi cerebro estaba aquella mañana tan despejado, que a las tres fui personalmente a imprimir aquel manual y a llevárselo de mi propia mano.

Ese manual abrió las puertas a muchas actividades y a nuevos manuales de “Coaching para escribir con PNL” que saldrían en internet a la venta y también fue el momento inaugural de muchas otras actividades que a partir de allí se dispararon.
Por eso ahora los invito a mi curso de hipnosis del 4 y 5 de diciembre, aquí en México, un hermoso país al que deseaba venir a vivir desde hacia 30 años y al cual vine una vez contacté con las dimensiones inconscientes de mi mente con las que propiamente te conecta la hipnosis.

Nos vemos. Hasta muy pronto.

Informes e inscripciones por whatsapp al 2281 78 07 00

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