Los estados de tristeza
Héctor D’Alessandro
Consideremos para empezar a la tristeza según su función. Al mirar este aspecto de la emoción, nos encontramos con que la tristeza es una emoción que tiene como objetivo para la conciencia humana la integración (Plutchik,2004) de nuevas informaciones y experiencias.
La
tristeza tiene como objetivo en la conducta general humana una función que
podemos definir como de “aprendizaje”.
Aprendizaje,
sí, porque derivado de la integración de la experiencia, por traumática que
esta resulte, se dan una serie de procesos de aprendizaje que nos permiten
entre otras cosas: reconocer circunstancias similares futuras, tomar decisiones
más precisas y acertadas, y la capacidad de manejar las propias emociones con
mayor solvencia.
Centrémonos
en qué actividades nos permite realizar la tristeza cuando nos “secuestra” con
su particular vibración emotiva.
Ø Descansar
Ø Sentirnos en
profundidad
Ø Enlentecer todos los
procesos
Ø Dar rienda suelta a
procesos de queja y lamentación y más importante aún: “soltar” lastre antiguo y
muy pesado
Ø Soñar despiertos
Ø Revitalizarnos o
recargarnos de energía
Si
observamos con detenimiento la lista de actividades y recursos que se pueden
activar a raíz de entregarnos con un poco de continuidad a la experiencia de la
tristeza, llegamos rápido a la constatación de una evidencia: en todos los
casos lo que necesitamos es resarcirnos de energía; nos falta energía.
Esto, en
términos de la sistémica de Hellinger, nos conduce de inmediato al origen de la
presencia de la tristeza.
Falta de
energía.
Es decir:
un problema de desequilibrio.
Una
afectación en el orden del equilibrio.
Y esto
nos muestra de modo directo las diferentes experiencias posibles de tristeza:
Ø Estoy triste porque no
tomé lo que era mío
Ø Estoy triste porque no
di lo que debía dar
Ø Estoy triste porque no
me dieron lo que es mío
Ø Estoy triste porque me
quitaron lo que es mío
Ø Estoy triste porque me
dieron de mas y me volví impotente para la acción
Ø Estoy triste porque no
puedo ser yo y esto merma mi energía
Parece ser que en la
tristeza lo que prima es la falta de energía
Sin
embargo, no es así, puesto que hay un estado más, muy común, que se agrega a la
lista anterior:
Ø Cuando la provisión de
energía procede de la misma tristeza: en este caso la persona presenta una
especie de soberbia de estar triste, como si perteneciera a una elite exclusiva
de la depresión. En este caso, está pagando algo con su tristeza que no le es propio.
Pertenece en general al grupo de las personas que están tristes porque dan algo
que no tienen que dar (y en este caso es obvio porque lo que dan ni siquiera es
suyo y ni siquiera se la dan a alguien que les reclame directamente, en esta
existencia, a ellos mismos), pero estrictamente pertenecen a un grupo especial
que paga lo que no debe, y lo hace porque es leal a un excluido.
Es decir que este es el
único caso en que se mezclan el desorden de desequilibrio con el de exclusión;
y esto se nos hace evidente porque en este es en el único caso en que aparece
la sonrisilla pedante de la soberbia por estar haciendo algo que no debe la
persona hacer. Este grupo es muy importante para nosotros como consteladores:
porque no muestran directamente la llamada sonrisa del patíbulo, que al parecer
caracteriza la presencia de un problema de orden sistémico, cuando no es así.
Lo que hay es una
memoria ancestral activa y presente en la vida del cliente, que es “leal” en
términos de la sistémica de Hellinger, a ese ancestro que tuvo un destino
doloroso. Se quiere decir entonces que puede haber una circunstancia de
desequilibrio sistémico, pero no necesariamente una lealtad transgeneracional,
y la clave transgeneracional está dada por la presencia de la sonrisa del
patíbulo o bien por cierta sensación incongruente de orgullo por sentirse mal.
En algún momento todos
debemos empezar a reconocer la presencia de estos estados que en la conciencia beta
(entre 13 y mas mega herzios por segundo de funcionamiento cerebral) son los
considerados como pertenecientes a la “normalidad”. Aquí al fin tenemos una definición
operativa de “normalidad” o “normal”, y lo curioso es que es una definición alejada
o desvinculada de la homeostasis.
Con el paso del tiempo y la adquisición de estas nuevas cualidades del comportamiento, que se harán masivas, las personas comenzarán a descubrir con naturalidad quién tiene un comportamiento natural y quién no, quién está “conectado” a sí mismo y quién no; hasta que apareció Hellinger, la humanidad vivía a las orillas de la vida creyendo que está participando en el núcleo de la misma. Los manuales de pedagogía, una de las ciencias que tiene mayor impulso de desarrollo reconocen que vive mejor quienes tienen la capacidad de saber que las creencias que tienen son intercambiables, se pueden abandonar y, en todos los casos, fenómenos virtuales que voluntariamente se pueden adoptar como propias o no.