miércoles, 14 de febrero de 2024
sábado, 10 de febrero de 2024
Carta a mi propósito vital. Héctor D'Alessandro
Querido propósito, ya llevamos juntos muchos años de manera consciente y agradezco a la vida y a mis maestros que me hayan sabido guiar con amor y con sabiduría hasta tu puerta.
Todavía recuerdo el día en que
te vi de frente, el momento en que me fuiste revelado, viniendo como un fuego
que se esparce por el bosque desde lo más hondo de mi inconsciente y quemándolo
todo para revivificar la foresta.
Recuerdo la cara de bobo que
se me quedó cuando me di cuenta que desde siempre te conocía, que siempre
habías estado ahí y sentí mucha culpa y mucho dolor por no haber sabido verte
antes.
Tardó un tiempo para que
aquella frase que parecía de consuelo se convirtiera en una verdad para mi y
para mi relación contigo: todo llega cuando tiene que llegar.
Como todo lo inconsciente,
siempre habías estado ahí, delante de mi nariz, y yo sin verte y confundiéndome
a mi mismo con ideas novedosas y con teorías sui géneris.
No queriendo ver.
Porque el precio de ver es que
ya no hay vuelta atrás, que ya no me puedo negar por más tiempo a realizar las
acciones que te lleven a la materialización consciente en esta vida.
Te agradezco que siempre hayas
estado allí, que siempre te hayas asomado detrás de las actividades más
pueriles de cada día, en la infancia, en la voz y en la mirada de mis
compañeros del colegio diciéndole al maestro: no, déjelo, maestro, mejor me lo
explica Héctor, a él le entiendo.
Los psicoterapeutas a los que
concurría a los veinte y a los treinta años, y todos diciendo: tu tiene el don
de mostrarle sus verdades a la gente y generar en ellos comprensión, ¿qué estas
esperando?
¿Comprensión? Me parecía un
término estrictamente intelectual. No podía imaginar que iba a entrar en mi
vida ocupando lugares insólitos para mí en aquella época: comprensión no solo
para entender una problema de matemáticas, o un texto arduo o dificultoso,
comprensión para perdonar, comprensión para amar a pesar de todo, comprensión
para perdonarse a si mismo y seguir adelante, crear comprensión para poder
mirarme a mi mismo con compasión y amor. Comprensión para convivir. Comprensión
para poder dejar ir aquella persona, aquella situación a la que me aferraba.
Comprensión para rendirse. Comprensión para abandonar y sentirme gozoso en el
descanso.
Crear comprensión en
situaciones límites. Crear comprensión para escoger la vida en lugar del dolor
inútil. Crear comprensión para poder volver a comenzar.
Gracias querido propósito: el día que te tomé en mi corazón dejé de ser pobre para siempre y todo mi camino se iluminó. Las hierbas que crecían a los lados del camino y que lo oscurecían o lo volvían incomprensible o arduo fueron segadas por el fuego de tu divina intensidad. Gracias.