Tuve durante años un socio en
Barcelona, que traía cada día a su hermano a que comiera con nosotros y a que
durmiera la siesta en nuestra oficina, y a fuer de parecer supersticioso, debo
confesar que fue una de las primeras veces en que vi en acción la energía sistémica
más negativa. Mi socio le daba dinero continuamente y a cierta altura comenzó a
tomar adelantos de nuestra empresa para darle adelantos a su hermano: el
durmiente del sofá. Lo debilitaba con su ayuda y nos debilitaba a ambos. El día
que ya cansado los eché a ambos todo comenzó a funcionar.
Esta gente, y este es el gran descubrimiento
de Bert Hellinger, carga con memorias sistémicas. Es decir: están
experimentando y viviendo en su propio destino las vidas y las emociones de
otros integrantes de su familia, algunos de los cuales puede que incluso estén
muertos.
Las emociones sistémicas, y el
hecho de captarlas, no se trata de ningún fenómeno sobrenatural, es simplemente
aquello de toda la vida: de que hay gente que te deja sin energía, te seca la
suerte, te chupa energía. Y luego de estar con ellos te sientes cansado agotado
y deprimido.
También puede que sientas ira
y la sana sensación de alejar para siempre a esas entidades extrañas que hay en
tu vida.
El mérito de Hellinger, igual
que el de Freud, quien decía de sí mismo con enorme modestia de genio: no he descubierto nada que no sepa una niñera, es haber visto algo que estaba allí ante la propia mirada desde hacía muchísimo tiempo.
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Héctor D’Alessandro Sala 2281
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